segunda-feira, 30 de novembro de 2009

El extraño caso del Dr. Lula y Mr. Chávez

Dentro y fuera de Brasil, existe una creciente desconfianza sobre las verdaderas intenciones políticas de Lula da Silva. La reciente invitación al presidente Mahmud Ahmadineyad para que visite el país sudamericano es un pésimo síntoma.


El ministro de Defensa iraní, Ahmad Vahidi, está reclamado por Argentina. Organizó el atentado terrorista contra la AMIA de Buenos Aires en 1994. Mató a 85 personas e hirió a más de 300. Ahmadineyad, además, jamás ha rectificado su amenaza de borrar del mapa a Israel.

¿Por qué ese empeño brasilero en servir a los iraníes, en medio de los esfuerzos de Teherán (junto a Venezuela) por coordinar la estrategia diplomática de países hostiles a Occidente y por construir armas atómicas? "Esa es otra prueba de la duplicidad moral de Lula", me dijo un diplomático venezolano que no quiso ser identificado. A lo que agregó una observación irrefutable:
En 1990, Lula da Silva y Fidel Castro crearon el Foro de Sao Paulo para revitalizar la corriente comunista latinoamericana, entonces totalmente desmoralizada tras el derribo del Muro de Berlín. En esa familia política están desde los narcoterroristas de las FARC y el ELN, hasta el Movimiento V República de Hugo Chávez. Las reagruparon para continuar el combate. La única constante ideológica de Lula es su rechazo a Occidente.
Sin embargo, dentro de las fronteras brasileras Lula da Silva goza de una notable popularidad, porque no se ha apartado del prudente comportamiento económico trazado por Fernando Henrique Cardoso, el anterior mandatario. En Brasil actúa como un demócrata empeñado en impulsar un modelo de desarrollo fundado en el mercado y el control privado de los medios de producción, mientras respalda la inserción creciente de su país en los mecanismos internacionales del capitalismo global.

¿Quién es, realmente, Lula da Silva? ¿El revolucionario tercermundista empeñado en destruir el Primer Mundo y sustituirlo por un planeta socialista regido por caudillos pendencieros de la cuerda colectivista, como sueñan Hugo Chávez y otros delirantes caotizadores de esa familia política, o es un socialdemócrata moderado, dedicado al desarrollo de una economía de mercado semejante a la que impera en las 30 naciones más ricas y felices de la Tierra?

Me temo que es las dos cosas simultáneamente, como soñó (literalmente, lo soñó) Robert Louis Stevenson en 1886, cuando escribió "El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hide", para explicar la dualidad moral de un científico bondadoso que se transformaba en un ser agresivo y detestable tras tomar un brebaje que lo volvía otra persona. Para Stevenson, la novela era una metáfora que revelaba la lucha entre el bien y el mal que existía en la naturaleza de todos los seres humanos.

Estamos ante el Dr. Lula y Mr. Chávez. Cuando el presidente brasilero razona con la cabeza es el Doctor Lula, un hombre afable y con sentido común que conoce sus límites y los de su país, se comporta con arreglo a la ley y respeta las libertades individuales. Cuando lo que manda es el corazón, órgano que está a la izquierda (como suele decir Marco Aurelio García, el principal asesor de Lula, procedente del Partido Comunista), comparece Míster Chávez, el "compañero revolucionario", un tipo convencido de que la pobreza del Tercer Mundo se debe a la rapiña de Estados Unidos y las naciones imperialistas, a la codicia de los capitalistas nacionales y extranjeros, a los injustos términos de intercambio y al resto de los diagnósticos victimistas de esta plañidera secta ideológica.

Cuando Lula manda con el corazón y se vuelve Míster Chávez, incita a su Partido de los Trabajadores, acaso bajo la influencia de sus consejeros M. A. García y José Dirceu –un ex guerrillero adiestrado en Cuba y ex miembro de los servicios secretos cubanos–, a que colabore con las narcoguerrillas colombianas, como revelaron las computadoras de Raúl Reyes, el comandante de las FARC muerto en el 2008 por los militares colombianos. Cuando es Míster Chávez, entrega a su amigo Fidel Castro a tres pobres boxeadores que habían pedido asilo en Brasil, o se colude irresponsablemente con Mel Zelaya para refugiar al presidente depuesto de Honduras en un recinto diplomático brasilero en Tegucigalpa, negando (infantilmente) que había dado su autorización.

En la novela de Stevenson, Dr. Jekyll se suicida, incapaz de sufrir por más tiempo el dolor de ser, también, Mr. Hyde. ¿Cómo terminará Lula da Silva? Supongo que como un respetado estadista, aunque secretamente golpeado por la angustia de no saber cuál de los dos personajes es él realmente.

Carlos Alberto Montaner
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Honduras, todavía en peligro

Votando masivamente en las elecciones del domingo, los hondureños dieron al mundo una lección de dignidad y de amor a la libertad y la democracia. Resistieron con firmeza todas las injustas y onerosas presiones que la Unión Europea, la ONU, la Organización de Estados Americanos y el mismo Estados Unidos –hasta que cambió su política– les impusieron durante cinco largos meses, en un intento inútil de doblegar su voluntad de defenderse.

Aún así, les queda todavía un peligro, que deben conjurar este miércoles 2 de diciembre.

De acuerdo al Pacto de Tegucigalpa-San José/Diálogo de Guaymuras, suscrito entre los representantes de Micheletti y de Zelaya el 30 de octubre, el Congreso de Honduras debe decidir si restituye a Zelaya en la Presidencia de la República hasta el 27 de enero de 2010, fecha en que asumirá el cargo el recién electo Porfirio Lobo. Lo lógico sería esperar que el Poder Legislativo se reafirme en la decisión de destituir a Zelaya, que tomó casi por unanimidad el 28 de junio.

Pero puede que no sea así. ¿Quiere decir entonces que puede haber algo que haga que el Congreso hondureño cambie de opinión? Sí; dos cosas: 1) una posible avalancha de dólares chavistas dirigidos al bolsillo de algunos diputados y 2) una presión masiva de los Estados Unidos sobre los congresistas y sobre el presidente electo.

En cuanto a lo primero, es fácil suponer que Hugo Chávez derrocharía gustoso unos cuantos millones de petrodólares con tal de ver a su pupilo reinstaurado y con la posibilidad de volver a enredar las cosas, al tiempo que algunos diputados estarían ante una oportunidad irrepetible para resolver de por vida sus problemas económicos.

Barack Obama.
Pero lo segundo es aún más peligroso. Se podrá decir que si Estados Unidos decidió al final apoyar las elecciones no debe, en consecuencia, tener interés alguno en que Zelaya sea restituido. No necesariamente. Es posible que sí lo tenga, aunque sea por razones equivocadas y harto peligrosas: en primer lugar, para probar que no apoya golpes de estado; en segundo lugar, para contentar a la izquierda latinoamericana y no perder liderazgo en la región.

En cualquier caso, si Estados Unidos presiona en ese sentido, y, peor aún, si presiona con éxito, cometería un gravísimo error. El país al que muchos todavía consideran un baluarte de la libertad y de la democracia en el mundo sigue diciendo que en Honduras hubo un golpe de estado y que las elecciones son sólo "parte" de la solución. Se equivoca. Las elecciones deben ser toda la solución al conflicto. Estados Unidos puede, si lo desea, salir de su error con sólo acogerse al dictamen técnico de su propia Biblioteca del Congreso, que concluyó que no hubo golpe alguno.

Y si la Administración Obama cree que puede contentar a la izquierda latinoamericana, con Lula, Chávez y los hermanos Castro a la cabeza, también se equivoca. La intensidad de la pasión que existe en España por el fútbol palidece y es de proporciones minúsculas si se compara con la intensidad del odio que la izquierda de América Latina siente hacia Estados Unidos. Ahí no hay nada que hacer. Estados Unidos no debe caer en la tentación de impedir que brille a plenitud la magistral lección que dio Honduras, que demostró que cuando un país ve gravemente amenazada la pervivencia de su libertad y de su vida republicana no tiene que dar un golpe de estado militar, pero sí el derecho y el deber de apoyarse en su Constitución y en sus instituciones para neutralizar la amenaza, ya sea que provenga de fuera o de quien en ese momento ocupe la Presidencia de la República.

Confiemos en que los diputados hondureños no sucumban a ningún tipo de presión y que Estados Unidos no cometa una torpeza que sólo beneficiaría a los enemigos de la libertad. Y, por último, si es mucho pedir que la inefable comunidad internacional reconozca que se equivocó en Honduras, al menos hay que exigirle que deje de interferir, ahora que los hondureños han ratificado su deseo de continuar viviendo en libertad y democracia.

JORGE SALAVERRY, ex embajador de Nicaragua en España.

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Mauritania: jaque a España

Uno de los acontecimientos estratégico-políticos más importantes en la llamada guerra contra el terrorismo es la progresiva extensión del islamismo hacia el sur del continente africano, cuando tradicionalmente había afectado sobre todo a la zona norte (Egipto, Argelia…).

Están en el Yemen y el Golfo de Adén, y buena parte de la destrozada Somalia se encuentra bajo su control. Respecto al Sahel, hace ya tiempo que grupos islamistas se mueven por el Chad, Mali y Mauritania; incluso han penetrado en Níger. El islamismo es también causa de la carnicería diaria en Sudán. Junto con Afganistán e Irak, el Sahel constituye uno de los frentes abiertos del terrorismo islámico.

Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) nace de la iniciativa de Al Zawahiri de unir a varios grupos islamistas bajo unas mismas siglas. El Grupo Salafista para la Predicación y el Combate era uno de ellos. El GSPC operaba tradicionalmente en los países del norte de África; también en España, donde se han desarticulado varias células terroristas. Ataques a aldeas, a comisarías, a cuarteles generales con una salvaje violencia: es su forma de actuar tras el 11-S. Tras varios años de colaboración, el GSPC pasa a ser AQMI en el año 2006: distintas siglas, mismos integrantes e idéntica furia criminal contra Argelia, Túnez, Marruecos y Mauritania. Como ha mostrado en reiterada ocasiones Carlos Echeverría, desde 2006 su capacidad de acción en la zona ha ido creciendo progresivamente.

En Mauritania, como en el resto de estos países, los terroristas tienen dos objetivos: 1) los gobiernos apóstatas –considerados malos musulmanes o enemigos del Islam–, que en la práctica vienen a serlo todos, y 2) los gobiernos occidentales que apoyan o sostienen a los primeros. Revolucionarios, los islamistas no creen que la dominación occidental se ejerza necesariamente por la fuerza militar: los intercambios económicos, las relaciones institucionales o la cooperación y el desarrollo constituyen para a Al Qaeda declaraciones de guerra al Islam. Los cooperantes que desarrollan su labor en Mauritania han sido crecientemente señalados como enemigos por las fuerzas islamistas. Desgraciadamente, era cuestión de tiempo que los criminales fijaran su atención en los que transitan y operan en zonas especialmente peligrosas. Si realmente se confirma que es AQMI, será el primer golpe a nuestro país en esa zona.

Los secuestros de AQMI

El triángulo formado por las fronteras de Mauritania, Argelia y Mali es un agujero negro en todos los sentidos: entre traficantes de armas y de seres humanos y tribus nómadas, se mueven varios centenares de miembros de Al Qaeda. Cada vez más asentados y bien conectados entre sí y con el exterior, estos grupos son cada vez más activos. En el caso actual, en contra de la labores de búsqueda y localización juegan la rapidez con que se mueven estos elementos, bien adaptados al terreno y al modo de vida nómada, y la vasta extensión del territorio, en este caso en manos de dos estados, Mali y Mauritania, que no lo controlan. Encontrarlos será cuestión de mucha suerte.

Las acciones de los terroristas de AQMI podrían, a grandes rasgos, dividirse en dos grandes categorías.
1) Ataques a las fuerzas de seguridad y a los ejércitos de los países de la zona

Mal equipados, dispersos, con escasas infraestructuras, constituyen un blanco relativamente fácil. Atacan cuarteles, emboscan convoyes, vuelan comisarías. Argelia, que hace años dio por finalizada exitosamente su guerra contra los terroristas, aún tiene que enfrentarse al salvajismo islamista, que también se manifiesta en secuestros y brutales asesinatos rituales.

2) Secuestro de occidentales

A veces Al Qaeda utiliza los secuestros como forma inhumana de propaganda: conocemos de sobra los casos de los norteamericanos y británicos secuestrados en Iraq o Afganistán finalmente asesinados y convertidos, en su última hora, en herramienta propagandística intimidatoria. El objetivo final es atemorizar a las sociedades occidentales y forzar a sus gobiernos a retirar las tropas de lugares de choque contra el islamismo.

A favor de España juega el hecho de que la rendición de Zapatero en Iraq puede haber calmado las ansias islamistas; en su contra, el que nuestro país sigue luchando en Afganistán –en la misión de OTAN– contra los talibanes. Desde 2004, la diplomacia española no ha tenido escrúpulos en rendirse al enemigo, con lo que ha transmitido una señal de debilitad. Iraq fue el precedente más internacional y famoso, al que hay que sumar el caso Alakrana. ¿Unirán los secuestradores de AQMI la suerte de nuestros cooperantes con el papel de España en Afganistán? Herat queda muy lejos, pero recemos para que no sea así, porque sería un jaque-mate para un gobierno de escasas convicciones.

Los secuestros suelen ir, pues, acompañados del chantaje, sea político o económico. En varias ocasiones han amenazado con asesinar a sus rehenes si no se ponía en libertad a tal o cual preso islamista. Y a veces llevan sus amenazas a efecto: el pasado 3 de junio el ciudadano británico Edwen Dyer fue asesinado luego de que Gran Bretaña se negara a poner en libertad al emblemático terrorista Abu Qutada. España no tiene en sus cárceles miembros tan importantes para AQMI; sin embargo, las celdas están repletas de presos islamistas argelinos, tunecinos o marroquíes vinculados con tramas criminales. Si los secuestradores han puesto la mirada en alguno de ellos, el drama para nuestro país y para el Gobierno estará servido, será más intenso y de desenlace más complicado que en el caso del Alakrana. No está nuestro Estado de Derecho para órdagos como éste, y probablemente cedería una vez más ante los terroristas.

El salvajismo de Al Qaeda no excluye la utilización de los secuestros con fines monetarios. De hecho, AQMI utiliza principalmente los secuestros como forma de financiación de otras actividades criminales; asaltan a los occidentales, los trasladan a toda al desierto y comienzan a negociar –lenta o rápidamente– con las empresas o las organizaciones. ¿Es éste el caso? Desgraciadamente, mejor que lo sea. Probablemente, la incertidumbre y la angustiosa espera durará tiempo, quizá meses. El triángulo Argelia-Mali-Mauritania no es la costa somalí, es una vasta extensión alejada del mundo; los alqaedistas distan mucho de ser los desharrapados piratas somalíes; los países de la zona parecen incapaces de emprender operaciones de rescate de los nuestros, salvo que medie un golpe de suerte. Si el Gobierno mostró pánico a intervenir militarmente en Somalia, en una operación relativamente sencilla, con fuerzas sobre el terreno y con inteligencia suficiente, en el caso del Sahel ni siquiera tiene esa oportunidad. El Gobierno está vendido ante los secuestradores. De nuevo jaque.
España en Mauritania

Más allá de eso, dos lecciones pueden extraerse sin esperar al desenlace del secuestro. La primera tiene que ver con la presencia española en Mauritania. Los cooperantes y las ONG españolas están desde hace tiempo en el punto de mira de AQMI: ideológicamente, los islamistas ven en ellos un instrumento occidental contra las enseñanzas del Corán, una empresa de occidentalización inadmisible. Estratégicamente, el islamismo trae consigo sus propias redes de cooperación y ayuda a los desfavorecidos, convenientemente encuadradas en la yihad global. Ni quiere ni puede tener rivales, y aniquilará a las ONG sin pestañear. En el peor de los casos, el secuestro respondería a esta lógica, y sería una advertencia para los demás.

Las pocas empresas españolas que hacen negocios en Mauritania están igualmente en el punto de mira del terror: especialmente las dedicadas a la construcción de infraestructuras y obra civil en el norte y en el este del país. Tampoco ellas están a salvo de la barbarie islámica.

Desgraciadamente, si en el caso del Alakrana las posibilidades eran amplias, en el caso de Mauritania se reducen notablemente. La situación es de jaque a nuestro país. En el menos malo de los casos, el secuestro será un asunto económico. De nuevo la impotencia ante nuestros enemigos, esta vez en el Sahel. Visto el panorama, valga como mal menor: con el Gobierno de Zapatero, más vale el pago de un rescate que afrontar una crisis de rehenes con exigencias políticas y judiciales de consecuencias impensables. Ni Chacón, ni Moratinos ni el propio Zapatero están en disposición de afrontar una crisis en la que los secuestradores exigieran la retirada de Afganistán o la puesta en libertad de presos islamistas en cárceles españolas. Ni siquiera el entramado institucional español, que atraviesa momentos delicados, podría soportarlo.

Por otro lado, el secuestro de los cooperantes en Mauritania pone sobre la mesa una de las necesidades estratégicas españolas. La lucha contra el terrorismo no es una cosa de Bush, los neocon o el 11-S. Si algo parece claro es que el islamismo actúa en cualquier lugar del mundo, contra cualquier país occidental: el islamismo es un continuo que lo mismo secuestra en Mauritania que pone un coche bomba en Indonesia o Argel. Su lucha es global. Así que es necesario vencerle en los frentes militares abiertos: para empezar, en Afganistán, donde su victoria tendría efectos demoledores; y plantarle cara en todas partes, bien apoyando a los gobiernos que aún se le resisten, bien luchando directamente contra ellos, donde no quepa más remedio: los casos de Sudán y de Somalia son los más claros.

Para concluir, más valdría a la comunidad de Defensa española plantearse la necesidad de dotar a nuestros ejércitos de las capacidades necesarias para que puedan actuar en cualquier lugar del mundo, en poco tiempo y de manera eficaz, en defensa de civiles susceptibles de ser atacados o secuestrados por fuerzas terroristas. Si queremos unas Fuerzas Armadas dignas de tal nombre, el Alakrana y el caso que nos ocupa marcan claramente qué hay y qué no hay que hacer.

Oscar Elía Mañú

© GEES

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Israel - Gilad Shalit: un dilema asimétrico

Pocos se van a escandalizar por las masacres. Para eso están los judíos, ¿no? Para morir. Porque no tienen razón.

El judaísmo no exhibe la muerte. Ni siquiera la del finado una vez tratado ritualmente y puesto en su ataúd. Es la Ley de la nación hebrea. Por extensión, Israel no muestra a sus caídos, no merca con la muerte de los suyos.

Ahora trascienden estas imágenes de factura policial, no autorizadas, por oposición a la entrega de los verdugos, y en total 980 prisioneros, a cambio de la libertad del soldado Gilad Shalit.

En el país se debate sobre esta decisión. Y este es mi criterio, que trasciende a Israel y a este caso.

Hay una guerra, hay víctimas civiles y soldados caídos –en Israel, la mayor parte de ellos, también civiles movilizados, como el joven Gilad–. Y hay prisioneros.

Los prisioneros israelíes son sistemáticamente torturados, mutilados y asesinados, por los palestinos, por los sirios, por Amal y Hezbalá. Nadie tiene contacto con ellos, y no vuelven vivos. En muchas ocasiones ni se entregan sus restos ni se da información alguna, como en el caso del piloto Ron Arad, buscado desde 1986 y que puede estar en manos de los pasdaran jomeinistas.

Los prisioneros árabes –incluso siendo irregulares– son tratados con arreglo a toda la legislación internacional vigente. Reciben visitas, bis a bis, y a abogados; algunos tienen teléfono; pueden celebrar reuniones de sus respectivos partidos, estudiar y diplomarse. Cuando cumplen condena, son liberados.

El prisionero de guerra, aunque sea un irregular, no está detenido como castigo. No tiene sentido castigar al soldado enemigo, por mucho que el dolor y la indignación de la familia y los amigos de sus víctimas lo reclamen. Sí lo tiene no dejarlo en libertad para que no torne a ser un efectivo de la fuerza adversa.

Hasan Nasralá.
Y esto es lo que sucederá con una parte de los que van a ser entregados.

No obstante, no radica aquí el quid de la cuestión. Gilad Shalit no es un prisionero cualquiera, no ha sido asesinado. Su secuestro en la frontera con Gaza ha sido previsto como táctica de largo alcance: jugar con la pasión por la vida de los israelíes, y la angustia de sus próximos, para forzar al gobierno a negociar un canje.

¿Y qué significa el canje? Que la táctica funciona, que Israel puede ser vencido, o al menos humillado. Que su evidente superioridad militar se inclina ante una vida. Nasrala, caudillo de Hezbalá, ha sido claro al respecto: dijo en 2006, durante la guerra de Tzahal contra esa organización: "Venceremos porque ellos aman la vida y nosotros estamos dispuestos a morir"; de hecho, en esa contienda la victoria israelí no fue mayor porque el mando se negó a lanzar una invasión por tierra, precisamente, para no contar más bajas.

Este canje da a los enemigos viscerales de Israel un enorme balón de oxígeno. Tzahal no logró encontrar a su soldado cuando entró en la Franja, y ahora debe entregar 980 presos por su vida. Entre ellos, varios feroces criminales.

Los terroristas juegan con esa vida. Muchos cayeron. Los caídos, caídos están, incluso el que acompañaba a Gilad. Pero Gilad está vivo. ¿Puede todo Israel olvidarse de él? Ellos saben que no.

Que Israel se doblará por ese chico.

Pero ¿quién va a negociar la paz si se dan estas posibilidades de hostigar al enemigo? ¿Quién se atreverá a firmar el fin del conflicto en presencia de esos que se empeñan en demostrar que lo más conveniente es continuar la guerra? Así fue como Arafat llegó a patear la mesa en presencia de Barak y Clinton, en el 2000, cuando ya solo faltaba que estampara su dedo en el papel: al decir de su consejero Moratinos, era la propuesta más generosa, que Israel no volverá a ofrecer.

Ningún acto de justicia, ninguna generosidad, ningún juego limpio hace mella en los que por dogma son incapaces de clemencia ni, tanto menos, de subirse a una estrategia de fin de la guerra. Gilad será recuperado, muchos más morirán en los autobuses, en los cafés, en las calles, tanto si estos 980 son liberados como si no.

Y otros pueden ser capturados para negociar con ellos, habida cuenta del éxito de esta operación.

Es un dilema asimétrico, como todo en esta guerra.

JAIME NAIFLEISCH, periodista.

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Cuba - Los turistas como luchadores por la libertad

Debido a los muchos años de depredación del medioambiente, hay algunas especies que son muy raras en Cuba; pero ninguna lo es más que un turista extranjero dispuesto a protestar por los abusos y la represión política que se practican en la isla.

Da igual el tipo de abuso, por grande que sea. Uno de los más recientes fue la golpiza a la bloguera Yoani Sánchez, Premio María Moore Cabot de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia, a la que el régimen cubano no permitió viajar para recoger el galardón. Yoani Sánchez fue detenida y golpeada por la policía secreta cuando se dirigía a participar en una marcha por la paz. Unos días después, la Comisión de Asuntos Internacionales de la Cámara de Representantes de EEUU celebraba una audiencia sobre las restricciones al turismo norteamericano a Cuba.

El régimen cubano continúa enfeudado en el pasado. A pesar de las concesiones de Washington, que ha levantado las restricciones a las remesas y los viajes de cubanoamericanos, y las declaraciones de Obama en el sentido de que su gobierno no contempla maniobra alguna contra La Habana, el periódico Granma, órgano del PC cubano, acaba de reportar "la realización del Ejercicio Estratégico Bastión 2009, del 26 al 28 del mes" afirmando que se trata de " una necesidad de primer orden ante la situación politico-militar que caracteriza la confrontación entre Cuba y el imperio".

La Habana continúa hablando de unas "políticas agresivas" norteamericanas que no existen; y gastando millones de dólares en operaciones militares innecesarias. Mientras, la población vive como puede, cercada por el hambre, la escasez y la miseria. El régimen y el pueblo cubano necesitan dólares. Pero los dólares turísticos no van a las manos de las familias cubanas: se utilizan para mantener a flote ese régimen hostil a los Estados Unidos.

Los que promueven el levantamiento de las restricciones al turismo norteamericano dicen que, a diferencia de los millones de turistas europeos, latinoamericanos y de otros países que han visitado y visitan la isla, los norteamericanos podrían suponer el impulso necesario para las reformas democráticas. Cuesta creer que estos turistas puedan llevar en sus maletas la libertad para Cuba. En la historia de la humanidad, los turistas como luchadores por la libertad brillan por su ausencia. ¿Qué evidencia existe de que los turistas ayudaran a derrocar a Batista, a Pinochet, a Trujillo, a Ferdinand Marcos? Y si los turistas hubieran podido llevar la libertad a Suráfrica, ¿por qué se usó el boicot, las restricciones económicas de todo tipo y la prohibición al turismo internacional para obligar al régimen de Pretoria a reformarse?

Zapatero.
Según la AP, la industria turística cubana cuenta con unas 46.000 habitaciones, todas controlados por los militares y los servicios de inteligencia. En todos estos años, no conozco un solo caso de un turista que haya presentado una protesta ante las autoridades cubanas denunciando la represión o la discriminación evidente que padece la población local, que no puede acceder a los servicios, alimentos, medicinas, etc., que se ponen al alcance de los extranjeros. Tampoco conozco a un solo turista que haya convocado una conferencia de prensa al regresar a su país para denunciar la naturaleza del régimen castrista, ni para pedir solidaridad con sus víctimas. ¿Cuál ha sido el impacto de los miles y miles de turistas españoles que han pasado por la isla, o de la política de acomodo del presidente Zapatero, que no ha podido conseguir que el régimen reabra el Centro Español de La Habana, inaugurado en su día por el rey Juan Carlos?

El régimen castrista organizó públicamente una campaña para conseguir que Washington levantara las restricciones a las remesas y los viajes de los cubanoamericanos a la isla, y el presidente Obama, cumpliendo una promesa electoral, dio fin a esas restricciones, al tiempo que pedía al general Raúl Castro que redujera el impuesto sobre las remesas y pusiese en libertad a los presos políticos. Lamentablemente, el general dijo que no; y la Casa Blanca dijo que para que los Estados Unidos tomaran otra medida similar, La Habana debería responder con algo positivo.

Aunque usted no lo crea, Fidel Castro escribió después que los cubanoamericanos que viajan a la isla habían contribuido al aumento de la incidencia del virus H1N1 en la misma, aunque no se ha reportado epidemia alguna de gripe ni en la Florida ni entre la comunidad cubanoamericana.

La audiencia celebrada por la Comisión de Asuntos Internacionales de la Cámara de Representantes demostró, como dijo después la congresista Ileana Ros-Lehtinen, lo difícil que será que la ley en cuestión sea aprobada. Todos los congresistas republicanos que asistieron, con excepción de Flake (de Arizona), apoyaron el planteamiento de aquélla, que insistió en que éste no el momento para permitir el turismo norteamericano a Cuba, pues sólo supondría una ayuda para el régimen, cuyos militares y oficiales de inteligencia tienen el control de la industria turística. Por otro lado, varios de los demócratas que asistieron a la audiencia coincidieron con la decisión de su compañero Albio Sires, de Nueva Jersey, que también se opuso a la medida. Algunos mencionaron que el presidente Obama ya había levantado algunas restricciones sin conseguir nada a cambio. Como diría mi padre español, "mucho ruido y pocas nueces".

Cuando Raúl Castro reemplazó a su hermano mayor en la presidencia de Cuba, algunos –incluyendo algunos líderes políticos españoles– predijeron que las cosas serían diferentes, pero el alto nivel de la represión no ha cambiado, y los ilusos que esperan que los turistas –sean norteamericanos o de otros países– presten sus voces a los que sufren bajo la dinastía castrista tendrán que esperar tanto como los que esperan que nieve en La Habana.


FRANK CALZÓN, politólogo y director ejecutivo del Centro para una Cuba Libre.

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El nuevo "hermano pobre de la UE"

Los problemas económicos de España, como el paro, la deuda y el déficit, son "insostenibles" y el país se ha convertido en el "nuevo hermano pobre de Europa", según The Economist. La revista critica que "los trabajadores ineficientes con contrato fijo estén protegidos".

The Economist explica que, mientras que muchos otros países de la Unión Europea han comenzado a reflotar de la recesión en el tercer trimestre, España siguió en descenso por sexto trimestre consecutivo, aunque la caída haya sido menor que la media de la UE.

Subraya que España ha sido el país que más ha sufrido la crisis, ya que la tasa de desempleo ha alcanzado el 19%, la segunda más alta de la UE después de Letonia, lo que refleja, a su parecer, una "resaca estructural" de un país "que se emborrachó" a base de ladrillos y cemento.

Según la publicación, esto provocó que España llegara a la recesión económica en una posición "debilitada" y hará que, mientras que otros se recuperan lentamente, el país necesite "más tiempo y cuidados" para superar el ajuste.

The Economist arremete una vez más contra el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, por seguir mostrando "aversión al pesimismo", tal y como demuestran sus declaraciones en el Foro organizado por la propia publicación el pasado lunes en Madrid, donde dijo que la recuperación ya ha comenzado.

También hace referencia a la nueva Ley de Economía Sostenible y asegura que se basará, en gran medida, en "buenas intenciones a falta de medidas duras". En este sentido, señala que las energías renovables, liberalización modesta y otros temas estarán presentes en la ley, mientras que las reformas del mercado laboral quedarán fuera "para agradar a los amigos sindicalistas".

Mercado laboral "ineficaz e injusto"

En este sentido, recuerda que la dualidad laboral convierte al mercado español en "ineficaz e injusto", ya que la mitad de los trabajadores tienen contratos indefinidos y resultan caros a la hora de despedir, mientras que el resto de la fuerza laboral pasa entre contratos por obra y servicio, subsidios por desempleo y el mercado negro.

"Los trabajadores ineficientes con contrato indefinido están protegidos", señala la revista, que considera "posible" que se produzca un nuevo aumento del desempleo por parte de empresas más pequeñas por las leyes laborales y falta de crédito, que hacen que las compañías sufran el riesgo de quiebra debido al proteccionismo de empleados indefinidos y la flexibilidad limitada para nominas.

The Economist sí valora que la vicepresidenta económica, Elena Salgado, esté "pisando el freno" a la expansión fiscal de cara al 2010 a través de un incremento de impuestos y del recorte de gastos públicos, aunque considera "alarmante" el deterioro de las cuentas públicas que supone "limitaciones" para España.

Ante este panorama, la publicación se plantea de dónde vendrá el crecimiento en la economía española con menos gasto público y sin reformas radicales en perspectiva, y cree que un "salvador" a corto plazo puede ser el resto de la UE, que se lleva dos terceras partes de las exportaciones del país. "España debe hacer mucho más por poner sus asuntos en orden", sentencia.

Europa Press
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Los sueños de ZP

El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, nos regaló el pasado domingo un nuevo ejercicio de marketing político: su entrevista en La Sexta. El montaje estuvo a la altura de los mejores propagandistas. La emisión justo después de un amplio resumen del Barça-Madrid para aprovechar el efecto arrastre, el tono de confidencialidad con la presentadora, la forma en que la recibió a la puerta de La Moncloa y su paseo por la misma, sin olvidar la referencia a la sala donde realizó el anuncio de la retirada de Irak de las tropas españolas para hacer un guiño de complicidad a la izquierda recalcitrante... Lo malo fue que el contenido no estuvo a la altura de las circunstancias, al menos en el terreno económico. Su intervención, más bien, fue el traslado a los españoles de sus sueños para que todos entendamos cuán gran líder está en estos momentos al frente de los destinos de nuestro país.

En el campo económico, Zapatero se centró fundamentalmente en dos cuestiones, ambas incluidas en la Ley de Economía Sostenible: la apuesta por las energías renovables y las tecnológicas, excluyendo al ladrillo como motor del crecimiento, y la nueva versión del Plan E. Según ZP, con esto se va a crear mucho empleo y no será necesaria una reforma laboral porque su política es de "fortalecer a las empresas y no debilitar a los trabajadores". La frase, desde luego, tiene mérito, pero en cuanto uno se para un poco a pensar en esto, no hay quien se lo trague, sobre todo en cuanto esas palabras se ponen en el contexto de la actual crisis, de la que Zapatero se mostró seguro de que saldríamos el año que viene y con tasas de crecimiento muy superiores a las que pronostican los organismos internacionales (ya que, según él, siempre se equivocan en los inicios de las recuperaciones y tienden a subestimar las posibilidades de crecimiento). Pues bien, desmontemos sus argumentos.

Las energías renovables no van a ser, ni de lejos, la panacea para el empleo en nuestro país. Pueden crear puestos de trabajo, pero no hay que olvidar que esta apuesta viene acompañada del cierre de las centrales nucleares y en el saldo neto hay que tener en cuenta los empleos directos e indirectos que se perderán por este motivo, como ya saben muy bien en Santa María de Garoña. Y las tecnológicas tampoco van a ser la solución porque no tienen capacidad para crear cinco millones de empleos y porque para trabajar en este sector hace falta una formación de la que muchos españoles carecen y van a carecer a causa de las deficiencias de nuestro sistema educativo. Crear Silicon Valley o convertir en Bangalore a cualquier región española no se hace por decreto. Se requieren mentes brillantes y bien formadas en matemáticas, física, química, etc... que es lo que no sucede en estos momentos, ni va a ser el fruto del sistema educativo que defienden los socialistas.

Así es que olvidémonos de que se vaya a crear mucho empleo con ello, suponiendo, claro está, que Zapatero consiga convencer a alguien de que invierta en tecnológicas o empresas innovadoras sólo porque él sueñe con un país lleno de molinos y de empresas de alta tecnología. Además, ¿de dónde van a salir los recursos presupuestarios para financiar esos 20.000 millones que cuesta este plan? Porque la UE ya nos exige reducir nuestro exagerado déficit público en 1,5 puntos al año, al Tesoro le cuesta cada vez más colocar las nuevas emisiones de deuda y en cuanto el Banco Central Europeo cierre el grifo, los bancos y cajas de ahorros españoles no van a poder seguir financiándola.

En cuanto a la reedición del Plan E, ocurre tres cuartos de lo mismo. Zapatero dice que los proyectos de infraestructuras ligados al mismo van a crear empleo. Será mientras esté en vigor porque los ayuntamientos no tienen un euro para contratar a nadie. Es más, las corporaciones locales van a tener que acostumbrarse a recortar sus gastos, porque los ingresos que obtenían gracias a la burbuja inmobiliaria no van a volver y, sin ellos, esos puestos de trabajo generados artificialmente a base de dinero público no se van a poder mantener. Por no hablar también de dónde van a salir esos 5.000 millones para financiar esta nueva ocurrencia.

Zapatero, en cambio, no pronunció ni una sola palabra acerca de cómo vamos a salir de la crisis. Por el contrario, se limitó a demonizar al ladrillo y a decir que los organismos internacionales se equivocan en sus previsiones sin explicarnos de dónde va a venir la tan ansiada recuperación. De la misma forma que no habló del maltrecho sistema financiero, ni del abultado déficit público que va a enterrar cualquier brote verde que pueda surgir, ni del riesgo de que España pueda seguir el camino de Dubai, ni de dónde van a salir los incentivos de las empresas para contratar trabajadores sin una reforma laboral, ni nada de nada. Claro que eso no forma parte de los sueños de ZP más que para dar por moribunda a una crisis que, por desgracia, sigue viva y coleando. Sus sueños son los de una España ecológica y tecnológica, con pleno empleo y con todo el mundo viviendo maravillosamente bien gracias a él y a sus visiones. Pero, como dijo Calderón, en la vida todo es sueño, y los sueños, sueños son.

Emilio J. González
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La hemeroteca de un siglo

No todos los periódicos tienen el tesoro de ABC. Desde finales del siglo XIX ha ido acumulando un archivo verdaderamente impresionante. El haber puesto al servicio de todos los lectores la gran Hemeroteca del periódico ha supuesto una auténtica revolución: Poder consultar desde cada casa los más complejos y curiosos sucesos que en el mundo han sido y tenerlos en tu poder tal y como se produjeron es algo verdaderamente maravilloso. Por eso mi buen amigo Manuel Erice que sabe los cientos de horas que a lo largo de toda mi vida me he pasado revisando los tomos de ABC y Blanco y Negro, no ha tenido mejor idea que esta de comentar en un blog "cosas" del periódico. Y qué cosas. La ventaja y el fino olfato del fundador de ABC están en que se adelanta a su tiempo. En el editorial fundacional ya se habla de que no va a ser un periódico más, sino "un periódico nuevo por su forma, por su precio, por los procedimientos mecánicos que empleará y por la índole de sus trabajos".

En este blog hablaremos de efemérides que marcaron la historia; hechos grandes y pequeños, porque la grandeza de ABC es haber sido testigo fiel de lo que ocurría en España y en el mundo, pero no solamente en sus sucesos determinantes -con el puñetero siglo XX tan lleno de guerras y catástrofes- sino con esas pequeñas anécdotas de la vida, picantes unas veces, amargas otras. Hablaremos de la caída de régimenes -la vieja Europa desmantelada con la primera gran guerra-, de la revolución rusa y sus orgías de sangre, del auge de los totalitarismos, pero no se asusten. Eso será de vez en cuando. Sí hablaremos de toros y de un juego que en sus comienzos se llamó "foot-ball y del cine que también nació con el siglo y de las cupletistas de moda y de los sucesos de la época. La historia mayor y la historia menor. Esto va a ser una recreación más de lo que fue el ayer para que veamos que el hombre siempre es igual, con sus grandezas y sus miserias y que cada época ha tenido sus pequeños héroes y sus mitos y sus sueños. A ver quién se acuerda hoy de Ricardo Zamora, de la Bella Chelito, de Ab-del-Krim, de Celia Gámez, de Loreto Prado o Enrique Chicote y de la boda de Rafael el Gallo con Pastora Imperio, portada de ABC. De todo esto hablaremos, sí, sí, y del crimen del capitán Sánchez y el del expreso de Andalucía y la boda de Lola Flores.

Con sus luces y sus sombras todo está contado por ABC. Vamos, pues, a darnos una vuelta por la Hemeroteca y desempolvemos la historia que, en el fondo, es la historia de todos. Nuestra propia historia.

Santiago Castelo, subdirector de ABC

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Juan Carlos I: la Transición coronada



Creo sinceramente que para la inmensa mayoría de los españoles la Transición que alumbró la Constitución de 1978 constituye un motivo de orgullo común. Pese a la profunda transformación social que ha experimentado España, el aprecio por la Transición y por quienes la hicieron posible continúa teniendo un alcance auténticamente nacional. En todas las Comunidades Autónomas, varones o mujeres de todas las edades, con cualquier nivel de estudios, de izquierda o de derecha, en el campo o en la ciudad, los españoles siguen creyendo que el proceso político que tuvo lugar en España hace ya tres décadas realmente estuvo bien hecho y es para sentirse orgullosos. Es llamativo que esa convicción haya permanecido casi intacta durante tanto tiempo, porque la costumbre de la libertad puede hacernos perder la perspectiva histórica e incluso hacernos creer que la democracia llegó a España porque tenía que llegar, porque ya nos tocaba. Pero eso nunca ocurre en ningún lugar. Si hay motivos de orgullo es porque se sabe y se reconoce que en el alumbramiento de nuestra democracia hubo mucho más que el simple flujo natural de las cosas. Sin duda, existían las condiciones en las que el tránsito era posible, pero eso no aseguraba el éxito.

España afrontó la Transición en medio de un proceso de turbulencias económicas y políticas de alcance mundial que inmediatamente se convirtieron en una crisis de empleo hasta entonces desconocida. La conflictividad social se extendió rápidamente, y entre 1975 y 1980 se produjeron más de 450 muertes causadas por algún tipo de violencia política. El legado del autoritarismo pesaba en la economía, en la sociedad y en la cultura política, y dificultaba el retorno de la sociedad civil.

Los retos que hubo que abordar eran difíciles uno a uno; pero eran mucho más que eso cuando coincidían en el tiempo, y justo en el momento en el que nuestro país se esforzaba por alcanzar su libertad. Transformar el legado del autoritarismo en una democracia moderna y en un país abierto y próspero exigió mucho más que «permitir» el cambio: exigió «hacerlo posible», trabajar para ello. No bastaba con dejar hacer a la sociedad. Había que animarla, orientarla y ofrecerle caminos por los que avanzar en unas circunstancias adversas, con miedo e incertidumbre y con una ayuda exterior menos generosa de lo que cabía esperar. España permaneció fuera de las Comunidades Europeas hasta 1986, e hizo la Transición casi siempre con el viento en contra. Si todas estas dificultades se vencieron no fue porque se dejó que las cosas simplemente siguieran su curso. Si nadie hubiera tenido la claridad moral, la inteligencia política y el coraje personal necesarios para hacer que fueran como afortunadamente fueron, las cosas habrían sido muy distintas.

En los momentos de crisis y desorientación es precisamente cuando se revela el auténtico sentido y el valor de las ideas y de los principios políticos. Ellos son los que nos permiten encontrar el rumbo y mantenernos firmes en él pese a todo, cuando no hay puntos de referencia claros y cuando todo está aún por crear. Es la única compañía segura cuando se sienten la soledad del cargo y el peso de la Historia. La decisión de construir un país para todos los españoles fue la clave que orientó el proceso hacia la política de la reconciliación. Fue también la que fijó el nivel de exigencia moral necesaria en el punto más alto posible, porque abordar la tarea de hacer una España para todos era algo que nunca habíamos sabido hacer. Incluso había quien creía que los españoles padecíamos algún tipo de maldición histórica que nos inhabilitaba para la vida pacífica en una sociedad abierta. Afortunadamente, decidimos desafiar a nuestra Historia.

Hoy, cuando son tantos los problemas que tenemos pendientes, es necesario recordar que éstos no son el legado de la Transición, sino el resultado de nuestros propios actos, porque en 1978 culminó la creación de un sistema de libertades pleno. El primer instrumento para ese desafío histórico fue la Ley para la Reforma Política, cuya aprobación en referéndum puso fin a la política de la ruptura que algunos patrocinaban. Este hecho es fundamental y no siempre es suficientemente recordado: fueron las urnas las que acreditaron, fijaron y legitimaron el modelo de transición que finalmente tuvo lugar. Fueron los españoles los que eligieron la reforma y rechazaron la ruptura.

En España se acudió a las urnas para abordar las cuestiones políticas esenciales en 1976, en 1977, en 1978 y en 1979. Fue un proceso político en el que cada paso se dio para el pueblo español, pero también -y aún más importante- «con» el pueblo español. Esto es lo que ha hecho posible que la Transición y la Constitución hayan sido sentidas siempre por los españoles como hechos de los que nosotros mismos fuimos protagonistas. Porque realmente lo fuimos. Algo que contrasta vivamente con la distancia y la impostura que caracterizan invariablemente las iniciativas políticas de quienes pretenden erosionar el valor normativo de la Norma Fundamental.

Conviene recordar esto especialmente a los más jóvenes, porque padecemos un ambiente político enrarecido por el deseo, minoritario pero estridente, de poner en duda la base misma de nuestra convivencia mediante la idea de que se trata de una democracia impuesta. Quienes dentro de unos días esperarán pacientemente su turno para contemplar la sede de la soberanía nacional no venerarán lo que se hizo en 1978, sino que celebrarán, como cada año, el hecho de que desde esa fecha disponen plenamente de su voz y de su voto. Si además los españoles guardamos un profundo sentimiento de orgullo colectivo por nuestra Transición, es porque reconocemos en ella un modo especialmente elevado de ejercer la libertad: la Transición es el fruto de la libertad que se ejerce teniendo presente el bien de todos.

Esto es lo que debemos aprender y esto es lo que debemos recordar y premiar como ejemplo que debe pervivir en nuestra memoria común: no sólo que las cosas salieran bien, sino que en mitad de la niebla de la Historia se eligiera el camino recto que nos condujo hasta la libertad. Por eso las cosas salieron bien. Su Majestad el Rey Juan Carlos encarna esa decisión primera que puso en marcha todo lo demás. Su persona fue la clave para que España coronara la conquista de su libertad, coronara su transición a la democracia. Por esta razón, la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales, que tengo el honor de presidir, ha acordado conceder al Rey el I Premio FAES de la Libertad. Es un premio a Su Majestad por su contribución personal a la conquista de la libertad política en España como fruto de un esfuerzo intelectual y moral ejemplar. Es un premio a la institución que encarna. Lo es también a toda una generación de políticos españoles que supieron fijar la altura a la que el país y ellos mismos debían estar, y cumplieron; una generación que Su Majestad guió y encabezó. Finalmente, FAES premia al Rey como símbolo del pueblo español que quiso ser libre, y lo fue. Para FAES constituye un inmenso honor que Su Majestad haya aceptado recibir este premio.

G. K. Chesterton escribió que la mediocridad probablemente consiste en hallarse delante de la grandeza y no darse cuenta de ello. Hay mucha grandeza en el pueblo español y la hay en su Rey. Necesitamos recordárnoslo porque en ocasiones padecemos la tiranía de quienes simplemente son incapaces de comprender la magnitud de la empresa histórica que es la democracia española.
Para todos, feliz fiesta de la Constitución. Feliz fiesta de la libertad.

José María Aznar, presidente de FAES y ex presidente del Gobierno

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Afganistán y el orden mundial

La petición de tropas adicionales realizada por el comandante de Estados Unidos en Afganistán, el general Stanley McChrystal, le plantea al presidente Obama crueles dilemas. Si rechaza la recomendación y el argumento de que sus fuerzas son insuficientes, a Obama se le culpará de las consecuencias. Si sigue la recomendación, sus adversarios pueden llegar a describir el conflicto, al menos en parte, como la guerra de Obama. Si llega a un arreglo intermedio, puede que se quede sin el pan y sin la torta: demasiado poco para avanzar, demasiado para acallar la controversia.

Ésta es la inevitable angustia de la presidencia, por la que Obama merece el respeto de todas las partes implicadas en el debate. El deseo de transparencia me empuja a declarar desde el principio que me inclino por satisfacer la petición del comandante y modificar la estrategia. Pero también espero que el debate que se avecina no siga la lamentable trayectoria que ha caracterizado las anteriores controversias sobre guerras contra enemigos que empleaban tácticas de guerrilla, especialmente sobre Vietnam e Irak.

Cada una de esas guerras empezó contando con un apoyo generalizado por parte de los ciudadanos. Cada una de ellas alcanzó un punto muerto, debido en parte a que la estrategia de las guerrillas generalmente tiene por objetivo el agotamiento psicológico. El punto muerto desencadenó un debate sobre la posibilidad de ganar la guerra. Un porcentaje significativo de la población se sentía cada vez más desencantado y comenzó a poner en entredicho la base moral del conflicto. Inexorablemente, se empezó a reclamar una estrategia de salida que hacía hincapié en la salida y no en la estrategia.

Reclamar una estrategia de salida es, cómo no, un eufemismo para referirse a la retirada, y una retirada que no va acompañada de la voluntad de atenerse a las consecuencias equivale a un abandono. En Vietnam, el Congreso puso fin a la intervención estadounidense después de que las tropas llevasen, de hecho, dos años replegadas. Queda por ver hasta qué punto los logros del aumento de tropas en Irak se sostendrán allí desde el punto de vista político.

La estrategia dominante en Afganistán se basa en la clásica doctrina contra la insurrección: construir un gobierno central, hacer que se comprometa a mejorar las condiciones de vida de su pueblo, y luego proteger a la población hasta que las fuerzas del gobierno sean capaces, con la preparación que les proporcionemos, de hacerse cargo de la situación. La petición de más fuerzas que ha realizado el general McChrystal deja claro que sus actuales fuerzas son insuficientes para esta misión, lo que plantea tres opciones: continuar con el actual despliegue o reducirlo y abandonar la estrategia de McChrystal; mantener el actual despliegue con una nueva estrategia; aumentar el actual despliegue con una estrategia centrada en la seguridad de la población.

No aumentar el actual número de tropas supone, como mínimo, abandonar la estrategia propuesta por McChrystal y respaldada por el general Petraeus; se interpretaría como el primer paso hacia la retirada. La segunda opción (ofrecida como una alternativa) reduciría la misión actual al centrarse en la lucha antiterrorista más que en la lucha contra la insurrección. El argumento sería que el objetivo estadounidense en Afganistán es evitar que el país se convierta en un cuartel general del terrorismo internacional.

Cuando el presidente Obama era candidato, proclamó que la guerra de Afganistán era una guerra necesaria. Como presidente, ha mostrado una considerable valentía al hacer realidad su promesa de reforzar nuestra presencia en Afganistán e implicarnos más en la guerra. Un cambio de rumbo repentino de la política estadounidense afectaría gravemente a la estabilidad nacional de Pakistán al liberar a las fuerzas de Al Qaida desplegadas en la frontera afgana para que realicen incursiones aún más profundas en Pakistán, lo cual amenazaría con provocar el caos en el país. En la India, plantearía dudas respecto a la firmeza de Washington, ya que este país sería el blanco probable si un fracaso en Afganistán diese aún más empuje a la yihad. En resumen, el cambio de rumbo en un proceso puesto en marcha por dos administraciones con visiones radicales podría conducir al caos. Las perspectivas del orden mundial se verán afectadas.

Ninguna fuerza extranjera ha logrado pacificar todo el país desde la invasión de los mongoles. Afganistán ha estado gobernado, en el mejor de los casos, por una coalición de dirigentes semifeudales. En el pasado, cualquier intento de dotar al Gobierno de una autoridad primordial se ha topado con la resistencia de dirigentes locales. Es probable que ése sea el destino de cualquier Gobierno de Kabul. Sería una ironía que, por seguir al pie de la letra el manual contra la insurgencia, generásemos otro motivo para una guerra civil. ¿Puede construirse una sociedad a escala nacional en un país que no es ni una nación ni un Estado?

Al mismo tiempo, hace falta una iniciativa diplomática seria para abordar la principal anomalía de la guerra afgana. En todas las anteriores campañas estadounidenses, no había otra posibilidad que la de que Estados Unidos dirigiese la operación. La peculiaridad de Afganistán es que tiene vecinos poderosos: Pakistán, India, China, Rusia e Irán. Cada uno de ellos está amenazado de una u otra forma y, en muchos sentidos, más que nosotros por la creación de un cuartel general para el terrorismo internacional: Pakistán, por Al Qaida; India, por la yihad y por grupos terroristas concretos; China, por los yihadistas chiíes de Xinyiang; Rusia, por los disturbios en el sur musulmán; y hasta Irán, por los talibanes suníes fundamentalistas. Cada uno tiene una capacidad considerable de defender sus intereses. Cada uno ha optado, hasta ahora, por mantenerse distante.

La cumbre de países vecinos, junto a los aliados de la OTAN, propuesta por el secretario de Estado podría servir para empezar a abordar esta anomalía. Debería buscar un compromiso internacional para conseguir un Afganistán no terrorista en el que se cumpla la ley, del mismo modo que los países quedaban neutralizados por los acuerdos internacionales cuando Europa dominaba los asuntos mundiales. Si no es posible lograr esa cooperación, puede que EE.UU. no tenga otra alternativa que reorientar sus operaciones en Afganistán hacia objetivos relacionados con las amenazas para su propia seguridad. Entonces no lo haría como una renuncia, sino como un cálculo estratégico. Pero es prematuro llegar a esa conclusión con los indicios actuales.

En el futuro inmediato, es esencial evitar otra dolorosa división nacional y reconducir el inevitable debate respetando su complejidad y las duras decisiones a las que se enfrenta nuestro país.

Henry A. Kissinger
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Debates en Libertad: una verdad incomodísima



libertaddigitaltv (28-11-2009)

Los Catedráticos en LDTV - La belleza



libertaddigitaltv (27-11-2009)

domingo, 29 de novembro de 2009

La ciencia del mentir

Todos los lectores de Libertad Digital lo saben. Lo saben porque leen Libertad Digital, ya que otros muchos medios, no todos, lo han ocultado minuciosamente. Saben, digo, que un grupo de científicos, de los que nos acusan de calentar el planeta, han sido descubiertos con manejos que nada tienen que ver con la ciencia. Uno se los imagina recogiendo y cotejando los datos y sometiéndolos a pruebas y filtros sutiles y efectivos, de los que emerge, por fuerza propia, la verdad. El científico se sorprende, que en eso consiste la filosofía, anota los resultados y su historia y los redacta en un artículo para someterlos al juicio de sus colegas.

Pero estos no. Estos tenían el resultado de antemano y estaban dispuestos a todo por mantenerlo. Ocultaron datos y los manipularon. Intentaban expulsar a quienes no piensan como ellos de la república de la ciencia. Alguno se alegró de la muerte de un colega, otro fanfarroneaba con aplicar su visión de la ciencia, es decir, los puños, a un climatólogo. Todo para mantener que la Tierra se calienta por causa del hombre y acallar las causas puramente naturales.

Todo ello es a la vez previsible y sorprendente. Sorprendente porque la ciencia tiene todavía prestigio, y los legos le entregamos las virtudes del conocimiento y la seguridad, y nos sentimos traicionados cuando utilizan ese prestigio para la mentira y, digámoslo, para hacer política. Pero es previsible porque la política paga, con dinero, puestos de trabajo y honores un mensaje y persigue otro.

No tienen defensa. Pero en una segunda línea sí hay un buen argumento que, al menos, salva de la quema al mensaje, que recuerdo que es: 1) Nos abocamos a la catástrofe, 2) El culpable es el hombre (es decir, el capitalismo) y 3) Sólo los políticos nos pueden salvar. Consiste en decir que el hecho de que el desprecio por la ciencia de unos cuantos (aunque entre ellos estén varios de los más destacados miembros del IPCC), no tiene relación alguna con la afirmación de que la Tierra se calienta sólo por nuestra culpa. Todavía podría ser cierto. Claro que sí.

Pero lo que hay que plantearse con todo este escándalo es la motivación que ha llevado a científicos de primer nivel a hacer el ridículo, a traicionarse a sí mismos y a la ciencia a la que dicen servir, y todo por motivaciones políticas o económicas. ¿Por qué, en el periodismo, se repite la misma actitud despreciativa hacia la ciencia e intolerante con quien no traga con la versión oficial? ¿Qué lleva a una sociedad a venerar a la ciencia, pero a sacrificarla por la ideología en cuanto encuentra ocasión? Una sociedad no puede ser sana sin un respeto por la verdad, y se lo estamos perdiendo.

José Carlos Rodríguez, miembro del Instituto Juan de Mariana

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Ecoapocalipsis y climagate

La batalla de los que quieren salvar al mundo del apocalipsis climático que se nos viene encima por culpa de los estúpidos y malvados negacionistas –que por ignorancia e inconfesables intereses se oponen a las medidas indispensables para detener el destructivo proceso– ha quedado en los últimos días teñidas de contaminantes miasmas, mucho peores que el CO2, al estilo de aquel Watergate que derribó a Nixon de la presidencia de los Estados Unidos.

Un habilidoso hacker penetró en el servidor de la Unidad de Investigación Climática de la Universidad británica de Anglia Oriental –sancta sanctorum del tema, con mano decisiva en el canonizado informe de Naciones Unidas sobre el asunto (el del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático)–, y esparció por el mundo una voluminosa cosecha de emails entre científicos, los más importantes de los cuales son ante todo cruzados de la causa del alarmismo climático.

Ha quedado patente cómo se forja un supuesto consenso científico mediante ostracismos, exclusiones y coacciones contra los que disienten de la verdad oficializada y presentan datos o teorías que la puedan contradecir o simplemente empañar. La verdad esencial está por encima de esas minucias y no se puede consentir que el pueblo llano y creyente de la izquierda, más los muchos prosélitos conseguidos con gran esfuerzo en la derecha, sea extraviado por especulaciones heréticas u objeciones fácticas que ya los avances científicos se encargarán de disipar y que mientras tanto sólo deben ser asequibles para iniciados.

"Ustedes no entienden", ha sido la primera reacción de los que se han quedado con sus vergüenzas al aire. Se trata de discusiones internas entre hombres de ciencia, que utilizan a veces términos comunes como jerga propia de sus exclusivos círculos, ininteligibles para los extraños. Se trata también de discusiones entre sabios, que luego se depuran mediante el proceso que en inglés se conoce como peer review, la revisión de lo que se envía para publicar a las grandes revistas de la especialidad por parte de los pares o iguales del articulista, de los otros científicos de prestigio del ramo. Pero aparte de que algunos emails revelan manipulación pura y dura para mantener el supuesto consenso catastrofista, lo que la correspondencia pone de manifiesto es el sistemático control y falsificación de ese proceso de "revisión por los iguales", en el que, en el interior de un hermético círculo vicioso, no se aceptan más que a los fieles de la secta catastrofista y se llega a procurar el cierre de las revistas que acogen a disidentes.

El desaguisado ha sido tal que no se duda que tendrá repercusiones en el mundo de las ediciones científicas. Los más templados aceptan el mal causado, distinguiendo entre las malandanzas de algunas eminencias demasiado humanas y los hechos probados científicamente. Lo malo es que científicamente parece que hay poco probado con solidez y pese a que las teorías sobre el calentamiento global pudieran ser ciertas o no, es todavía mucho lo que hay aún que investigar sobre su realidad, sus causas, el papel de la acción humana en ellas, sus consecuencias negativas algunas y favorables otras, y desde luego los medios para atajar los posibles aspectos perjudiciales sin congelar o dar marcha atrás en el crecimiento económico, tanto de los que aspiran al desarrollo como de los que ya están instalados en él.

GEES, Grupo de Estudios Estratégicos.

Vida y otros milagros

Ayer mismo supimos que un equipo de científicos liderado por el español Luis Serrano, del Centro de Regulación Genómica de Barcelona, anda buscándole las cosquillas a un microorganismo llamado Mycoplasma pneumoniae con una doble y sana intención: indagar en los mecanismos que dieron origen a la creación y evolución de la vida en la Tierra y encontrar estrategias que permitan diseñar organismos programados artificialmente para curar enfermedades.

La noticia me trajo a la memoria la difícil relación que el mítico Carl Sagan tuvo con la Encyclopedia Britannica. El astrónomo de Ithaca recibió en 1970 el encargo de la magna institución de escribir la entrada correspondiente al término vida. Sagan trató de abordar la tarea desde todas las perspectivas científicamente posibles. Así, por ejemplo, se adentró en la definición fisiológica del asunto y realizó una exhaustiva lista de las funciones típicas que un organismo vivo ha de ejercer, tales como comer, excretar, metabolizar los alimentos, respirar, crecer, moverse, reproducirse, morir... Sin embargo –añadía–, "muchas de estas propiedades están presentes en máquinas que nadie querría reconocer como vivas y ausentes en organismos que, a todas luces, son seres animados". Algunas bacterias, por ejemplo, no respiran, sino que sobreviven mediante la catalización química de procesos oxidativos. Por otro lado, las inertes piedras se mueven por la acción de los terremotos.

Descartada la aproximación fisiológica, Sagan trató de reducir la definición a aspectos meramente metabólicos. La vida sería así un proceso por el cual una fuente de energía cualquiera se transforma químicamente en otra que permite que se desarrollen algunas de las funciones antes citadas. Dicho de otro modo: no somos vida porque nos movamos, sino porque comemos alimentos para poder movernos (algo que, evidentemente, las rocas no hacen).

Pero el genio de la divulgación también encontró pegas a su propia definición. "Hay semillas que sabemos permanecen latentes durante siglos y quizás milenios sin cumplir funciones metabólicas de ningún tipo, hasta que encuentran las condiciones ambientales para despertar y reproducirse". En esos casos, deberíamos decir que las semillas no son vida, o, lo que es peor, que mueren durante su letargo para resucitar en determinados momentos. Ambas posibilidades resultan manifiestamente anticientíficas.

Carl Sagan.
Una tras otra, todas las definiciones que Sagan iba proponiendo en su artículo (bioquímicas, genéticas, termodinámicas...) iban encontrando su obstáculo para ser propuestas como definitivas. A pesar de ello, la 14ª edición de la Encyclopedia decidió incluir el texto del astrónomo estadounidense, que pasó a convertirse en un clásico de la divulgación contemporánea por dos motivos. Primero, por su aproximación termodinámica al asunto: "La vida es un sistema que produce orden desde el desorden"; es decir, que regula el caos. Segundo, por la modestia de su argumento principal (modestia que sólo puede permitirse un genio): "A pesar de la enorme cantidad de información que los científicos han proporcionado sobre el tema, es un hecho sorprendente que no haya un acuerdo general sobre qué es lo que se está estudiando. No hay una definición aceptada de la vida".

Años después, su hijo Dorion y su ex mujer Lynn Margulis acuñaron una expresión de gran éxito para resumir las mismas tribulaciones:
La vida se autotrasciende: cualquier definición se escabulle.
Esta especie de desesperanza científica en torno a la definición del fenómeno vital llega al paroxismo en la obra de Edouard Machery, filósofo de la ciencia en Pittsburgh que en 2006 tiró la toalla con un contundente:
El proyecto de definir la vida o es imposible o no lleva a ningún sitio.
Es en este contexto en el que mejor se entiende la importancia de aproximaciones como la de Luis Serrano. Porque si bien la definición se hace imposible desde la interpretación de la vida que conocemos (y más aún desde la interpretación de la no-vida o la muerte), parece más sencilla si tratamos de llegar a ella desde el mínimo común denominador de la biología: preguntándonos cuál sería la categoría mínima de un ente para que sea considerado un organismo vivo. ¿Cuáles son los sistemas de soporte vital más pequeños (en términos genéticos) necesarios para que se mantenga la vida?

El estudio de estos microorganismos nos adentra en este fascinante mundo de la vida en su expresión más depurada. Pero no sólo eso: al conocer el soporte imprescindible para vivir, también se pone al alcance de la ciencia la posibilidad de replicarlo y confeccionar células sintéticas que se comporten como células vivas sin serlo. ¿O, en ese caso, por el mero hecho de actuar como vivas podríamos decir que ya son vida? La definición, como ven, volverá a escapar a nuestro modesto intelecto.

Jorge Alcalde
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sexta-feira, 27 de novembro de 2009

La enfermedad de nuestra democracia

La transición democrática en España se hizo contra las pretensiones de ruptura con el régimen anterior y por reforma "de la ley a la ley". Lo que significa, lisa y llanamente, que se negó la legitimidad del Frente Popular, se reconoció la del franquismo, traspasando esta a la democracia y a la monarquía. La oposición antifranquista prefería la legalidad del Frente Popular, que, en su mezcla de ignorancia y mala fe, identificaba con "la república", y durante todo 1976 hicieron cuanto estuvo en sus manos para imponer la ruptura, aprovechando las libertades que, no de derecho pero sí de hecho, ya existían. Fracasó (o fracasamos) ¡afortunadamente!, porque la sociedad, de forma muy mayoritaria, no quería saber entonces nada de eso, aun si había olvidado lo que había sido la guerra y sus causas, y apoyó la reforma. Por ello, la democracia viene del franquismo, de lae excelente situación social y económica creada por ese régimen, y de la desaparición de los odios de preguerra.

La oposición tuvo que resignarse sin, en el fondo, olvidar sus viejos tópicos: así, no le importó renunciar al marxismo o al leninismo por pura razón de oportunidad, sin sustituirlo por nada y sin el más mínimo análisis del pasado; siguió basándose en una burda propaganda. Ni siquiera la caída del Muro de Berlín le indujo a la menor reflexión crítica.

En cuanto a la derecha, tan pronto consiguió el éxito histórico de la reforma, que impidió una deriva como la de la transición de 1930-31, renunció a él en el terreno de las ideas, y poco a poco se unió a la corriente que denigraba el franquismo –el origen, repito, de nuestra democracia, una de las poquísimas de Europa que no se deben directamente a la intervención useña--, o callaba ante tal corriente y retrocedía. Muchos, que venían de aquel régimen por familia y fortuna, se ponían muy solemnes diciendo que, claro, el franquismo había sido una dictadura, todas las dictaduras eran iguales de malas, y con eso no tragaban: ni el franquismo ni el comunismo, faltaría más. ¡Que no tragaban con una dictadura, los señoritos, cuando venían de ella, se habían beneficiado al máximo de ella, y si viniera otra se las arreglarían para trepar en ella, como siempre han hecho! Coincidían con la izquierda en que nada les debía a ellos la democracia, pero la explotaban a fondo.

Otra parte de la derecha, muy minoritaria, se dedicó a defender los méritos del anterior régimen, pero, como la izquierda, sin el menor análisis aparte de la habilidad paranoica para descubrir por todas partes la huella de la masonería y cosas por el estilo. Pero difería de la izquierda y los separatismos en que apenas era capaz de otra cosa que de quejas inanes, e incapaz de extraer de sus conclusiones "teóricas" ninguna estrategia a largo plazo, ni aun a corto, fuera de organizar misas y algún terrorismo, por suerte débil y que contribuyó a hundirlos aún más.

La izquierda y el separatismo sí fueron desarrollando una táctica a partir de su fracaso inicial y de sus rupturistas concepciones de base, a las que nunca han renunciado. Concepciones basadas en la falsedad y que, como tales, solo han creado lo que podían crear: la cultura de la trola, el choriceo y el puterío. Ha estado muy en su punto que terminasen reivindicando a Negrín: nada los retrata mejor. Y, por supuesto, la extrema derecha les ayuda: para ella, la trola, el choriceo y el puterío son, precisamente, la marca de la "democracia". Con toda alegría dejan a la izquierda y los separatismos la bandera democrática, proponiendo como alternativa un régimen en que ellos silenciaran cualquier voz contraria (masónica o cosa parecida, por definición). Y se extrañan de que la gente no les siga.

Pero por mucho que la hayan estragado los antifranquistas retrospectivos, la democracia, insisto, viene del franquismo, viene de la propia evolución interna del país, al contrario que casi todas las demás de Europa occidental (por supuesto, si Usa no hubiera vencido en la II Guerra Mundial, nada de ello se habría producido, aquí ni fuera; pero esa deuda está muy bien pagada por la neutralidad española durante aquella guerra, sin la cual los acontecimientos podrían haber seguido otro rumbo). No reconocer este origen, o callarlo, ha sido precisamente lo que ha degenerado el sistema creado en la transición. Ha sido una enfermedad moral e intelectual con las más graves consecuencias. Imaginemos que en Usa la corriente principal de opinión se dedicase a denigrar sistemáticamente a los fundadores y principales figuras de su régimen político, a tacharlos de asesinos, idiotas y ladrones. La descomposición política del país estaría asegurada a plazo no muy largo.

Pues en esa enfermedad de nuestra democracia, en la negativa a reconocer su origen y proponer a cambio la miseria de un Frente Popular legítimo, descansa la justificación moral, ideológica y política del terrorismo, el separatismo, el ataque a Montesquieu, a la unidad de España, a los derechos de las personas. Es una manipulación de la historia que genera de forma espontánea la manipulación sistemática del presente. En la que están inmersos tanto la izquierda y los separatismos como el PP rajoyano.

Pío Moa
http://blogs.libertaddigital.com/presente-y-pasado

Compromiso con la libertad

Esperanza Aguirre es una mujer valiente. Así que se ha atrevido a hacer algo raro en la vida política actual, y no sólo en la española: reflexionar, por escrito, en voz alta, sobre algunas de las grandes ideas que han configurado la vida política propia de nuestra civilización. El resultado es un libro, sumamente ameno, que nos propone la lectura de muy diversos autores, desde Pericles hasta Juan Pablo II.

No son textos teóricos o abstractos, sino invitaciones a la acción pensadas para un público lo más amplio posible. Las introducciones correspondientes sitúan a los personajes con sencillez e invitan a profundizar en sus vidas y en los grandes temas por ellos abordados.

El esfuerzo es digno de agradecer. Siempre resulta interesante comprobar cómo un político en activo relaciona el día a día de su actividad con vetas más profundas y menos perecederas de la acción humana. Ese ejercicio no conduce necesariamente a dificultar la acción política, como muchas veces se oye decir. Nos hemos acostumbrado a una concepción tan magra y mezquina de la política, que hemos hecho de ella una actividad autónoma, alejada de cualquier principio moral, vital y religioso, y la hemos convertido en una trifulca entre posiciones más o menos intercambiables. Así se empobrece la vida intelectual de todos y la vida civil de la sociedad entera.

En vez de un ejercicio de civilidad y de tolerancia, capaz de tener en cuenta diversos conceptos del mundo, la política pasa a ser una actividad de profesionales que manejan una realidad que los demás no sabemos interpretar y sobre la cual recae, obligadamente, la sospecha. Además, resulta muy frágil: no se construyen acuerdos generales y duraderos a partir de puros intereses, económicos o de poder. Cuando son relevantes y aspiran a cimentar una realidad de largo plazo, los posibles acuerdos se elaboran siempre a partir de una reflexión y un compromiso sobre cuestiones más amplias y más humanas, cuestiones que dan sentido a esos intereses. Las sociedades occidentales padecen ahora los efectos de la erosión de esa zona conceptual y moral en nombre de la abstención y el pragmatismo. Nos vanagloriamos de nuestra audacia porque a fuerza de cautela hemos dado en el cinismo. ¿Qué se podrá construir sobre eso?

Este libro nos ayuda por tanto a situarnos en un espacio más respirable. Una vez en él, ¿cuáles son las prioridades que se nos revelan? En primer lugar, está la libertad, que ya desde el título guía la selección de textos. Volvemos a escuchar a Sócrates reivindicar la búsqueda de la verdad, a Patrick Henry clamar por la libertad en Richmond en 1775, a Martin Luther King desplegar su gran oración sobre la libertad y la igualdad en Washington y –algo sorprendente– a Tocqueville demostrar la incompatibilidad del socialismo con la democracia en el Parlamento francés en el año siniestro de 1848.

La libertad, sin embargo, no se basta por sí sola y es fruto de condiciones y actitudes sobre las que no siempre existe un acuerdo. Es en este punto donde el libro de Esperanza Aguirre propone opciones aún más comprometidas y arriesgadas. En tiempos tan poco aficionados a la grandeza, resulta extraordinario que alguien se atreva a hablar en términos elogiosos de la pasión por la gloria, que es lo que hace Aguirre al comentar la oración fúnebre de Pericles. Parece que hay alguien dispuesto a recuperar algo del espíritu que hizo grandes a nuestros antepasados, españoles como nosotros, aunque más ambiciosos. También se habla de fe, de esfuerzo y de convicciones, en particular con ocasión de los discursos de Reagan, Churchill y Margaret Thatcher.

El libro pone el acento en las precauciones que han ido construyendo, a lo largo del tiempo, el espacio de la libertad. Los textos insisten una y otra vez en una obsesión occidental, como es la necesidad de levantar barreras ante el ejercicio del poder, barreras que vienen de la ley (Sócrates), el cultivo de la virtud (Cicerón), la dignidad del ser humano (San Pablo), el respeto de la experiencia (Carta Magna), la prudencia y el sentido común (Burke), la desconfianza ante el dogma del progreso (Solzhenitsyn) o la división de poderes (Gelasio).

Cánovas o Jovellanos habrían completado bien la selección, en la que se echa de menos algún autor español. Pero es un reparo menor. Lo importante es que, dentro de un espectro de ideas muy amplio, que se mueve entre el elogio de las virtudes cívicas, la apelación a la responsabilidad y la exaltación de la libertad, el libro proporciona algunas pistas muy concretas sobre cómo se han ido formulando estos objetivos y cómo, gracias a eso, se han ido plasmando en una realidad que hemos heredado y que ahora debemos defender, como antes lo hicieron otros.

José María Marco


ESPERANZA AGUIRRE (ed.): DISCURSOS PARA LA LIBERTAD. Ciudadela (Madrid), 2009, 217 páginas.


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"La Democracia ahogada" - Vacuna dialéctica para "futuristas"

"La visión del pasado condiciona la acción presente". Esta frase resume adecuadamente la tesis que Pío Moa desglosa en los capítulos de La democracia ahogada. En efecto, la hiperlegitimidad de la izquierda, concedida sin la menor objeción por la derecha política, avala las tropelías presentes y desarma a su principal rival, que juega con gran desventaja a la hora de tratar de imponer otra visión de la realidad.

Porque si la moralidad es atributo exclusivo de los que se consideran a sí mismos dignos sucesores de la izquierda del primer tercio del siglo pasado, tan violenta y escasa de talento, entonces quien se oponga a sus dictados puede ser tachado con razón de ultramontano, reaccionario o fascista.

Para analizar el presente es necesario, por tanto, comprender el pasado y situar a todos los actores en su lugar histórico. Y el socialismo español (el internacionalista, pues el nacionalista, el de la Falange, fue casi marginal hasta que estalló la Guerra Civil) no sólo no es la fuente originaria de la democracia y la libertad actuales, sino precisamente su más cruel perseguidor. El PSOE de la II República, infiltrado por los comunistas a través de personajes como Santiago Carrillo, nunca creyó en la democracia, sino que la aceptó únicamente como paso previo para instaurar la revolución marxista. Los propios órganos de comunicación de los socialistas lo dejaron escrito en multitud de ocasiones, a pesar de que haya quien prefiera omitir ese hecho esencial para seguir mostrando la imagen irreal de una izquierda defensora de las libertades civiles y el sistema democrático. La Revolución de Asturias, octubre del 34, planteada como el inicio de la Guerra Civil por las propias fuerzas de izquierda, basta por sí sola para descartar las pretensiones de convertir a PSOE y PCE en los garantes de una democracia que intentaron destruir por todos los medios a su alcance.

Sin embargo, todavía hoy los socialistas se consideran orgullosos herederos del legado frentepopulista, ante la paralización intelectual de una derecha incapaz de situar esta cuestión política en sus justos términos, tal vez porque en tal caso debería defenderse a su vez de la acusación de defensora de la dictadura franquista, y eso es lo último que desean nuestros políticos conservadores. El hecho de que haya aproximadamente el mismo número de herederos del franquismo en el PSOE y en el PP, muchos de ellos provenientes de familias muy bien instaladas en las estructuras del régimen, hace todavía más incomprensible esta indefensión voluntaria, pero eso es algo que tendrán que resolver los dirigentes de la derecha española... si es que algún día se atreven.

Este libro de Pío Moa, La democracia ahogada, dedica sus primeros capítulos a explicar precisamente por qué la derecha actual no debería tener complejo histórico alguno, a diferencia de la izquierda, cuya trayectoria está llena de tropelías. En la derecha de los años treinta no había apenas liberales, y los conservadores no eran lo que se dice fervientes demócratas, pero en la izquierda había probablemente todavía menos.

La comúnmente denominada Ley de Memoria Histórica, a la que nuestro autor considera uno de los tres arietes con que Zapatero intenta subvertir la actual constitución (los otros dos son el llamado diálogo con la ETA y el nuevo estatuto de Cataluña), pretende elevar a rango de norma este pasado inventado para legitimar la agenda socialista de cara al futuro. Lo interesante, como en su momento confesó Fernando Suárez a Moa, es que el titular de la institución que sanciona las leyes en España no proviene del Frente Popular, sino del régimen que le venció en la Guerra Civil, con lo que estaría firmando de paso su propia ilegitimidad de origen, curiosa situación que dejaría en manos de los autores de la ley el decidir en algún momento si sacan las debidas conclusiones de este hecho y las llevan a sus últimas consecuencias.

Moa incluye aquí un ramillete de ensayos diversos, que van desde la crítica histórica de episodios decisivos de nuestro pasado al estudio de las conductas políticas que condicionan el estado de la sociedad española actual. Especialmente reseñable es el estudio sobre los movimientos feministas y sus consecuencias para la mujer (y para el hombre), ya esbozado en una publicación anterior, que constituye, sin duda, la primera impugnación intelectual publicada en España del feminismo radical, constituido en principio transversal de toda la acción política de Zapatero.

Con la publicación de este libro, la editorial Áltera continúa su estimable labor de ofrecer al lector ajeno al cotarro progresista una sólida base intelectual para enfrentarse a las imposturas contemporáneas, a las que tanta atención prestan diariamente los principales medios de comunicación de masas.

Pablo Molina

PÍO MOA: LA DEMOCRACIA AHOGADA. Áltera (Barcelona), 2009, 261 páginas.

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