domingo, 31 de agosto de 2008

Calvin & Haroldo


Calvin & Hobbes (Bill Waterson)

Gracias a Rusia, vuelve la OTAN

El secretario general de la OTAN debe de estar dando las gracias a Rusia. Desde el final de la Guerra Fría y el desmantelamiento del Pacto de Varsovia, los aliados nunca habían sido capaces de trabajar codo con codo de la forma en que lo están haciendo como consecuencia de la invasión de Georgia por parte de Rusia.

En una reunión de emergencia, la primera en mucho tiempo, los ministros de Asuntos Exteriores de los 26 estados miembro de la OTAN no llegaron a reclamar el fin del pacto entre la OTAN y Rusia, pero su tono fue claro. Como secretario general de la OTAN, el general Jaap de Hoop Scheffer afirmaba: «No podemos seguir como si no pasara nada». Ahora, la Alianza va a poner en marcha una comisión OTAN-Georgia, enviará expertos para evaluar los daños ocasionados a las infraestructuras del país y revisará la situación de las fuerzas de seguridad de Georgia, presumiblemente con vistas a reconstruirlas.

A pesar de que es fácil poner en evidencia la existencia de grietas dentro de la alianza (Alemania y Francia siguen mostrándose más escépticas respecto al ingreso de Georgia en la OTAN que EE.UU. y Gran Bretaña) y el desenlace de la cumbre de la OTAN en diciembre de 2008 es aún difícil de predecir, por primera vez en décadas todos los aliados están de acuerdo en que la OTAN no debería ser sólo un nicho que proporciona estabilidad (como parecía desear EE.UU.), sino un foro para el debate político trasatlántico y las operaciones de amplio espectro, desde la estabilidad hasta la disuasión, pasando por las acciones de guerra convencionales.

Aunque la decisión de la OTAN de enviar un equipo de 15 civiles expertos en planes de emergencia para ayudar a Georgia a evaluar los daños de su infraestructura civil pueda parecer insignificante, representa una ruptura básica con la postura exclusivamente militar de la Alianza.

Hasta ahora, la OTAN siempre se ha apresurado a asegurar que el desarrollo y la seguridad son interdependientes y que la organización debe adoptar, por utilizar su expresión, un «planteamiento integral» para sus operaciones, por ejemplo, en Afganistán. Pero muchos aliados han manifestado sus reservas ante esta iniciativa por temor a que la OTAN invada el territorio de la Unión Europea. Pero si el equipo enviado por la OTAN se contempla como un éxito, puede augurar el desarrollo de nuevas posibilidades civiles y militares. Dentro de la OTAN, la práctica rige el desarrollo doctrinal, el cual rige a su vez la práctica futura.

De nuevo gracias a Rusia, es probable que esta OTAN de aspecto renovado siga teniendo buenas relaciones con el nuevo gobierno de EE. UU. Aunque se ha pensado durante mucho tiempo que el nuevo presidente de EE.UU., ya sea Barack Obama o John McCain, concedería a la Alianza el beneficio de la duda, la mayoría de los analistas creían hasta hace poco que el multilateralismo defensivo de EE.UU. estaría condicionado al apoyo europeo de la misión de la OTAN en Afganistán. Cuando habló en Berlín, Barack Obama pidió que los aliados europeos de la OTAN enviasen allí más tropas, y su contrincante presidencial, John McCain, ha hecho declaraciones similares. Pero con los tanques rusos en Georgia y las amenazas nucleares sobre Polonia, hoy nadie cree que el regreso de EE.UU. a la OTAN vaya a depender del envío de más tropas europeas al Hindukush.

Por último, aunque es posible que Rusia pretendiera establecer un límite y detener la aparentemente infinita expansión de la OTAN, puede que sus actos hayan aumentado en vez de disminuir la probabilidad de que Occidente termine por abrazar tanto a Georgia como a Ucrania.

Sin embargo, la unidad y los objetivos recién estrenados de la OTAN también presentan sus dificultades. La Alianza todavía se enfrenta a un gran número de pruebas en sus operaciones, como ha demostrado la muerte de 10 soldados franceses en Afganistán. También es necesario que se renueve para mejorar sus operaciones. Las reformas incluyen reajustes en las estructuras de mando de la OTAN, cambios en la forma de financiación de las misiones de la OTAN y mejoras en su capacidad para establecer fuerzas de seguridad locales durante y antes del combate.

Es posible que la unidad se vaya desvaneciendo a medida que las fuerzas rusas empiecen a retirarse de Georgia. Pero, incluso así, gracias a Moscú, el 60.º aniversario de la OTAN en 2009 brinda una oportunidad para revitalizarla. y, aprovechando las elecciones en EE.UU., restablecer el consenso sobre la seguridad euroatlántica. Nada podría estar más lejos de las ambiciones de Rusia ni ser mejor para Europa y EE.UU.

Daniel Korski
Analista del European Council on Foreign Relations
www.ecfr.eu

Loquillo y su carta a Pablo Milanés, el buen cantante y gran farsante


El cantante Loquillo ha demostrado, una vez más, su alto nivel de dignidad y valentía. No es fácil en ese mundillo enfrentarse a los que Alberto Cortez denomina «rojos de Visa Oro». Junto a Loquillo se ha alineado Sabino Méndez, y posteriormente Miguel Bosé y Alejandro Sanz. Estos últimos también han dejado palpable su sentido de la independencia y del coraje. Miguel Bosé no concede amnistías a los terroristas, ni en España ni en Colombia, donde ha cantado en beneficio de las víctimas de los criminales de las FARC. Y Alejandro Sanz fue vetado por el tirano Chávez, el que se cayó cuando se calló. Loquillo escribió una carta al buen cantante y gran farsante Pablo Milanés, para que intercediera ante sus amigos Raúl y Fidel Castro y devolvieran la libertad a Gorki Águila, un cantante cubano roquero que ha sido detenido por criticar a los Castro y su ruinosa revolución en una canción. Gorki Águila, antes de ser puesto en libertad con una multa, ingresó en una amable chirona cubana acusado de «peligrosidad predelictiva», porque en Cuba se decide quién es predelincuente y quién no. Y un predelincuente es siempre peligroso si no comparte la farsa de la revolución cubana, que ya ha iniciado su derrumbamiento por dentro, única manera de alcanzar la libertad en Cuba sin sangre ni violencia. Pero Loquillo no se ha referido tan sólo a Pablo Milanés, sino a muchos de sus compatriotas cantantes y actores que permanecen en vergonzoso silencio ante el atropello sufrido por el artista cubano. «Me sorprende que no haya habido una reacción de los artistas y de los músicos que tanto dicen amar la libertad en Cuba. Parece ser que cuando les tocan los bolsillos, se callan la boca». A esos cantantes y artistas, admirado Loquillo, hay que sumar la relación de periodistas y escritores que, o bien por su retroprogresismo fanático o por su capacidad de gratitud por los dólares y estancias gratuitas que reciben de las autoridades cubanas, no pueden decir ni mú, y no son pocos.

La libertad, a veces, es muy dura. Esos cantantes, actores y periodistas afónicos con la represión cubana, son los mismos que llamaron a un presidente democrático de España «asesino». Y nada les sucedió, por entenderse que tenían libertad para hacerlo. Pero en Cuba, insinuar que Raúl Castro bebe más de la cuenta es un peligroso predelito, y mientras unos se broncean y bañan gratis total en las blancas playas de la tiranía caribeña, otros penan años y años de cárcel por delitos o predelitos de opinón, expresión e incluso pensamiento. Y la postura de Loquillo, un cantante de la izquierda no apesebrada, resulta fundamental para que los «rojos de Visa Oro», victormanueles, anabelenes, grandeswyominguis, bardemes, y demás componentes de la interminable lista, se sientan desnudados ante la opinión pública, que es mansa y tardía, pero al final reacciona. Y es de esperar, que el Gobierno de España, por medio del ministro de Asuntos Exteriores, se interese por la situación del cantante encarcelado por predelincuente peligroso, aunque sólo sea para salvar la limpieza de su cara. Y que los escritores y periodistas a sueldo de dólares o estancias gratuitas en su amada, arruinada y encarcelada Cuba, se atrevan a decir, asumiendo el riesgo del desamor de los Castro, que la libertad está por encima de todo y que no se puede detener a nadie por un predelito que no es otra cosa que el valiente ejercicio de la libertad. Loquillo los ha desenmascarado una vez más. En nombre de la libertad, gracias.


Alfonso Ussía
www.larazon.es

¿McCain = Bush?


Uno de los mensajes centrales de la campaña de Barack Obama se resume en esta fórmula: «McCain = Bush». Los demócratas insisten en que si gana McCain será el tercer mandato de George W. Bush. Dentro de la dialéctica electoral, en la que se intenta definir ante la opinión pública al propio candidato y al rival, puede ser una estrategia que funcione, ya que los índices de aprobación del presidente Bush están por los suelos. ¿Pero qué hay de verdad en dicho argumento?

Si bien pertenecen al mismo partido, hay significativas diferencias entre ambos. Mucha gente no sabe (o se olvida) de que John McCain fue el rival de George W. Bush en las primarias de 2000. McCain comenzó fuerte pero desde el entorno de Bush se lanzó una campaña muy sucia contra él y algunos miembros de su familia, lo que le apartó de la nominación. Por ello, la relación entre los dos quedó hecha añicos. Incluso, hay rumores aunque desmentidos, de que McCain fue tentado por el Partido Demócrata de cara a 2004. Lo que está claro es que John McCain siempre ha sido un verso suelto dentro de la disciplina republicana. Por eso, en esta campaña, está reivindicando su condición de «maverick», de independiente con un toque de rebeldía, que durante años le ha granjeado una opinión muy favorable entre los votantes independientes, al mismo tiempo que el recelo de los más conservadores. De hecho, uno de los apoyos más firmes de McCain, y hasta ayer uno de los favoritos a ser vicepresidente, es Joe Lieberman, candidato demócrata junto a Al Gore en 2000.

McCain aspira a la Casa Blanca con un proyecto conservador, pero diferente al de la Administración Bush. La importante apuesta de McCain por abordar el cambio climático es sólo el comienzo de las divergencias. Por primera vez, un candidato republicano está reivindicando el color verde como distintivo de su campaña. Por otro lado, la reducción del gasto del gobierno federal es otro de los frentes. Durante los dos mandatos de Bush el coste gubernamental se ha incrementado en un 40%, lo que supone una aberración para McCain, quien ha anunciado que vetará todas aquellas leyes que aumenten el gasto burocrático del gobierno.

La base de Guantánamo, que ha sido uno de los iconos más representativos de la política exterior de Bush, es otra de las diferencias más evidentes. John McCain es un firme defensor de su cierre y está insistiendo en que como presidente trabajará para erradicar la tortura, una realidad que McCain conoce demasiado bien. En este sentido, la trayectoria militar de ambos es incomparable. Durante la guerra de Vietnam George W. Bush no luchó en el frente gracias a su apellido y tuvo un destino muy cómodo en Texas. Pero John McCain, nieto e hijo de grandes militares, vivió desde niño su vocación castrense. Recibió una severa formación en academias militares y pidió como destino Vietnam, donde luchó como piloto de combate. Allí conoció en primera persona los horrores de la guerra al estar capturado durante cinco años en una prisión con el irónico nombre de «Hanoi Hilton».

El enfoque de la religión es otra de las cuestiones que marca la diferencia entre ambos. Para McCain la fe siempre ha sido un asunto privado del que no ha hablado en público en muchas ocasiones. Es creyente, nacido en una familia episcopaliana, pero demasiado liberal para la derecha evangélica, a quién no le gustó su divorcio. George W. Bush, por su parte, ha hecho de su fe una clara seña de identidad. Después de estas reflexiones, la pregunta es ¿McCain = Bush?

www.abc.es

sexta-feira, 29 de agosto de 2008

Amazônia pre-colombiana

Restos de uma oca que foi queimada na região (Foto: Science/AAAS)


Tire da sua cabeça a velha idéia de que a Amazônia antes de Cabral era um grande vazio, um monte de "mato" com duas ou três tribos indígenas vagando ao léu. Essa visão está indo por terra há tempos, e acaba de levar uma nova pancada num artigo científico publicado nesta sexta (29). Pesquisadores americanos e brasileiros estudaram a região do Alto Xingu, em Mato Grosso, e acharam indícios de uma rede de assentamentos urbanos defendidos por muralhas e fossos, unidos por largas estradas e organizados em torno de centros rituais que lembram os que ainda são usados pelos índios da área. Trechos do Xingu que hoje parecem mata virgem ainda guardam, na verdade, as cicatrizes de "cidades" perdidas de 700 anos, afirmam os cientistas em pesquisa na revista americana "Science" .

As aspas em torno da palavra "cidades" são necessárias porque, ao que parece, os ancestrais dos índios cuicuros e outros povos do Alto Xingu não usavam o espaço da maneira urbana tradicional, empacotando grande quantidade de casas num só lugar. Em vez de um conjunto de arranha-céus, seus assentamentos estão mais para um condomínio fechado com vasta área verde. Eles combinavam uma sucessão de vilas, unidas por estradas (as maiores com até 50 m de largura), com trechos entremeados de lavouras de mandioca, florestas manejadas e mata virgem.

"O problema é que, se você acha esse tipo de coisa na Europa, é uma cidade. Se você acha isso em outro lugar, tem de ser outra coisa", explicou em comunicado oficial o arqueólogo americano Michael Heckenberger, coordenador da pesquisa, que trabalha na Universidade da Flórida em Gainesville. "Elas têm planejamento e organização incríveis, mais do que muitos exemplos clássicos do que as pessoas chamam de urbanismo", diz Heckenberger. O arqueólogo trabalhou, no Xingu, junto com especialistas como os antropólogos Carlos Fausto e Bruna Franchetto, do Museu Nacional da Universidade Federal do Rio de Janeiro, e com Afukaka Kuikuro, da tribo dos cuicuros, que também assina o estudo.

Polêmica de terminologia à parte, o certo é que, para os pesquisadores, as comunidades urbanas do Mato Grosso pré-Cabral tinham mais ou menos o tamanho de uma cidade média da Grécia Antiga (Esparta, por exemplo, que era relativamente modesta) ou da Idade Média (Coimbra na época em que o reino de Portugal foi fundado, digamos). Tais como essas comunidades antigas, as "cidades" do Xingu se organizavam em torno de uma praça central, com cerca de 150 m de comprimento, que servia para reuniões e atividades religiosas rituais.

Segundo Heckenberger, os assentamentos estavam organizados de forma hierárquica, com "cidades" centrais maiores e vilas subordinadas, dispostas a poucos quilômetros de distância umas das outras, de maneira que uma caminhada de 15 minutos era suficiente para ir de um local a outro. As estradas que cortavam os conglomerados de assentamentos se organizavam de acordo com princípios astronômicos simples, orientando-se de nordeste para sudoeste.

Na região estudada pelos cientistas com a ajuda de aparelhos de GPS e guias indígenas, os assentamentos parecem ter se organizado em duas "ligas" de "cidades" e vilas, cada uma com território de uns 250 quilômetros quadrados e população combinada de 50 mil pessoas. Além das muralhas (feitas com paliçadas), fossos e estradas, elas eram servidas por infraestrutura de pontes, diques para captura e manejo intensivo de peixes e canais usados para o transporte via canoa lado a lado com as estradas.


Culpa de Cabral?

Toda essa complexidade urbana e social traz à baila a questão inevitável: o que aconteceu? Como a região deu lugar às aldeias e tribos relativamente modestas de hoje? O que os arqueólogos sabem é que o apogeu das "cidades" do Xingu foi de 700 a 500 anos atrás. Coincidência ou não, o período se encerra com a chegada dos europeus à América do Sul.

Acredita-se que o declínio das populações indígenas no continente esteja fortemente associado às doenças européias, contra as quais seu organismo não tinha imunidade, e as epidemias de varíola, peste bubônica e outras moléstias apareciam mesmo entre povos que não tinham tido contato direto com os colonizadores -- bastava se encontrar com outros nativos já infectados. Por isso, é bem possível que esses males estejam por trás do fim do urbanismo amazônico.


Reinaldo José Lopes
G1

quarta-feira, 27 de agosto de 2008

El hombre de Alcatraz

Durante el mes de junio de 1976 -son las ventajas de firmar y fechar los libros- devoré una novela del escritor Thomas E. Gaddis titulada El hombre de Alcatraz. La obra narraba la historia de Robert Stroud -después interpretada en el cine por un soberbio Burt Lancaster-, condenado a perpetuidad por matar al hombre que maltrataba a la mujer que amaba. Stroud fallecía en 1963 ¡tras una reclusión de cincuenta y cuatro años! en las penitenciarias de Mc Neil, Leavenworth y Alcatraz desde 1909. En dicho momento Howard Taft ocupaba la Presidencia de los Estados Unidos, no se había producido el asesinato del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo, en Rusia gobernaba el zar Alejandro II y el Titanic no se había flotado. Un hombre que terminaba transformándose por amor a los pájaros en un reputado ornitólogo. En todos esos años Stroud no volvió a cometer ningún acto de violencia, retractándose de cualquier comportamiento vengativo. Una lectura que me convirtió sentimentalmente en un declarado enemigo de la cadena perpetua. Más tarde, al estudiar Derecho, me convencí racionalmente de la certeza de mi juvenil rechazo.

Pues bien, el día tres de agosto De Juana Chaos abandonaba la cárcel. Uno de los más abyectos criminales terroristas, responsable de la muerte de veinticinco personas, salía de prisión después de ¡cumplir solamente veintiún años! Una bestia que, estando en la cárcel, brindaba por el asesinato de un concejal de Pamplona y se carcajeaba de la muerte de otro y de su mujer en Sevilla. Un execrable criminal que nada más dejar la prisión hacía circular un texto para ser leído en un acto homenaje en San Sebastián, lo que ha merecido la investigación de la Audiencia Nacional por si la conducta fuera constitutiva de un delito de enaltecimiento de terrorismo. A los jueces corresponde ahora su valoración. Una situación que ha abierto el debate sobre la constitucionalidad y oportunidad de la cadena perpetua. Toda vez que De Juana Chaos carece de cualquier semejanza con el regenerado Robert Straud.

Es evidente que el Estado ha de tomar las medidas para impedir que tales sucesos, que son un escarnio para la ciudadanía y un insulto para las víctimas, puedan volver a producirse. Aunque, dicho esto, el principio de retroactividad de las disposiciones sancionadoras desfavorables no puede invocarse. Es la grandeza del Estado de Derecho y de la ley. El Derecho y la ley nos obligan a todos, y todos debemos acatar -incluidos los poderes públicos y los jueces- lo en ellos previsto. Incluso, y reconozco que no es sencillo al hablar de semejante asesino, cuando su aplicación se ha confirmado manifiestamente inadecuada. Por ello, si ésta es insuficiente, y la norma no garantiza la finalidad querida, lo que hemos de proceder es a su pronta denuncia e inmediata modificación. Para mí el asunto está claro: la cadena perpetua, entendida como pena que impone su íntegro cumplimiento hasta la muerte del condenado, no cabe en la Constitución de 1978. Estimo que no es compatible con lo dispuesto en su artículo 25.2: «Las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social...». Es difícil conciliar la finalidad, no sólo punitiva, que es desde luego muy importante de la pena, sino también de reinserción, con una condena a perpetuidad. Me adhiero pues a las acertadas opiniones vertidas por uno de los padres de la Constitución, el profesor Peces-Barba, quien declaraba su inconstitucionalidad además en cualquier circunstancia: «Si se dice que no es para toda la vida, entonces ya no es cadena perpetua, y si se aplica como tal rompe con la idea de que la pena tiene como función la reinserción de los condenados».

El camino se encuentra, a mi parecer, en la agravación de las penas de privación de libertad -de cuarenta años desde 2003- y en posibilitar su «íntegro cumplimiento». Una política introducida ya en el presente Código Penal, y que sí alcanzará a los responsables del atentado de Barajas en 2006. La denominada doctrina Parot elaborada por el Tribunal Supremo supuso un paso adecuado en la buena dirección, pero es insuficiente para dar respuesta a situaciones donde no se da la rehabilitación, ni la reinserción. Al tiempo, debemos auspiciar -éste es el auténtico reto pendiente de nuestra legislación penal- una adecuada proporcionalidad entre la gravedad de los delitos y las penas. Junto a lo dicho, se ha de arbitrar simultáneamente el establecimiento de penas accesorias de la condena principal perfeccionadoras de la misma. Hay que detenerse pues en las medidas de garantía, antes de seguridad, del artículo 96 del Código Penal en relación con los delitos de terrorismo, esto es, las órdenes de alejamiento, la proscripción de visitar ciertos lugares y la prohibición de dirigirse a las víctimas. Finalmente deben arbitrarse los medios legales y económicos para que se satisfagan las responsabilidades civiles a las víctimas, muchas veces burladas por sus asesinos, que transfieren irregularmente la propiedad de sus bienes y se declaran insolventes. Por más que, en última instancia, el Estado, en cuyo servicio perdieron éstas su vida, se haga cargo de las justas indemnizaciones de no ser posibles.

Es verdad que existen países con una asentada democracia y con un respeto escrupuloso a los derechos fundamentales que mantienen la cadena perpetua (Francia, Inglaterra, Estados Unidos o Alemania). Es verdad que la jurisprudencia del Tribunal Constitucional ha admitido la extradición a sus países de origen de ciudadanos que tendrán que afrontar presumiblemente condenas a perpetuidad. Es verdad que el Estatuto Penal Internacional, refrendado por España, prevé su fijación para delitos de genocidio y contra la humanidad. Es verdad que la regulación de la cadena perpetua no se configura hoy sólo con los perfiles clásicos -el reo fallecía siempre recluido en la cárcel-; su regulación permite su conformación de manera más flexible, con mecanismos habilitadores de una revisión temporal, acreditada la voluntad de reinserción. Y también es verdad que tal medida se extendería exclusivamente a delitos especialmente odiosos. No seré yo por tanto quien diserte sobre su incompatibilidad con los sistemas políticos democráticos. Pero, aún así, la sigo considerando de difícil encaje entre nosotros: la cadena perpetua supone de antemano prejuzgar que no va a haber/o puede haber rehabilitación y abre las puertas asimismo a una pena indefinida o de duración indeterminada. No garantiza tampoco la reeducación y reinserción social y atenta hasta la dignidad de toda persona, al margen de los problemas prácticos para introducir medidas revisoras temporales. ¡Hasta el asesino De Juana Chaos goza de dignidad personal. En esto también nos diferenciamos con él!

Además, la veo una sanción innecesaria -pues el aumento exponencial de las penas no siempre resulta eficaz- y ciertamente desmesurada. Es casi la otra cara de la misma moneda: la pena de muerte. La vía es la antedicha atención a las mentadas medidas de seguridad, menos invasivas de los derechos fundamentales. De otra forma, entiendo, habría que modificar la Constitución. Aunque sigo pensando que ésta -de aprobarse tras la previa reforma constitucional- no es la reacción humana exigible, ni la acción penal conveniente. Las palabras de Federico Trillo son muy acertadas: «En la interpretación más estricta de la Constitución no cabe la pena de reclusión perpetua... El debate de la cadena perpetua al modo clásico decimonónico de que se pudra en la cárcel es un debate inútil, superado, y un debate que probablemente no nos lleve a ninguna parte».

Razones jurídicas al margen, debe ser horrible ser De Juana Chaos. Incluso para la propia bestia. Por eso me niego a cerrar estas reflexiones con su sola causa. Me quedo -lo recordaba mi admirado Ignacio Camacho- con la generosidad de las familias de las víctimas y la superioridad moral de una sociedad que ha renunciado a cualquier sentimiento de venganza. ¡De Juana Chaos, que más quisiera él, no es el hombre de Alcatraz!

Pedro González-Trevijano
Rector de la Universidad Rey Juan Carlos

terça-feira, 26 de agosto de 2008

La maldad de la sonrisa

El próximo lunes Zapatero no asistirá al funeral por los muertos del accidente aéreo de Barajas. ¿Le importa a alguien la excusa dada para justificar su ausencia? No, porque la gente sensata conoce el verdadero motivo de su espantada. Este Gobierno sólo engaña a quien se deja engañar. Eso es lo desagradable. La maldad está a la vista, pero la chusma cierra los ojos para engañarse. Parece claro que este político no asistirá al funeral porque no quiere ser asociado a nada negativo. Zapatero huye de la fealdad, la fragilidad y la desgracia humana como siempre han huido los hombres más cobardes del mundo. En este asunto, queridos lectores, tendrán que reconocerme que este hombre, temerario donde los haya, va de la mano de los peores cobardes.

Zapatero se niega a salir fotografiado al lado de la desgracia. Él sólo quiere proyectar sobre sus votantes-basura los ideales del hedonismo más reaccionario y cruel: "mientras yo tenga comida y bebida, puede acabarse el mundo". He ahí a Zapatero en estado puro. He ahí lo que cantan sus apologistas por los medios de comunicación. He ahí el secreto peor guardado del Gobierno más populista de Europa. ¿Es la política de Zapatero hedonismo de diseño? Quizá. Lo cierto es que su miserable política siempre estará acompañada por la sonrisa. Cuando Zapatero niega la causa de la patria, lo hace escondido en una sonrisa cínica. Cuando cuestiona la nación que preside, es un decir, lo hace envuelto en una sonrisa académica; y cuando hace alianzas con los enemigos de España para mantenerse en el poder, lo hace poniendo una sonrisa de tolerancia. Todo lo hace sonriendo. Todo es mentira. Su atropello a la razón está en su sonrisa.

Este hombre ha vaciado por completo el sentido moral de uno de los gestos más humanos de todas las civilizaciones: la sonrisa. La moralidad de la risa ha sido petrificada en un rictus casi orgánico. Es la sonrisa del "criminal" que se esconde detrás del disfraz de payaso. Por eso, precisamente porque no podrá sonreír disfrazado de payaso en un funeral religioso por las víctimas de Spanair, no asistirá a la catedral de La Almudena. Eso es tanto como renunciar al reconocimiento de las víctimas, de los caídos, en fin, de la fragilidad humana. Así es, Zapatero no quiere acercarse a un muerto, sencillamente porque eso no sólo no le da votos, sino que se los puede quitar. Hasta ahí llega la perversidad de Zapatero y sus asesores. A los socialistas no les interesa la vida digna, sino la mera supervivencia. Son hobbesianos en sentido estricto: la vida es mera supervivencia. ¿Quién habla de calidad de vida? Los excelentes, el hombre que aspira a lo mejor, nunca quien se conforma con vivir sin columna vertebral.

El uso político, o mejor, demagógico, que hace Zapatero de la sonrisa encierra la política más terriblemente inmoral que cabe esperar de un ser humano. La sonrisa de Zapatero no responde a ningún sentido moral. No es gesto de comprensión por el prójimo. No es una señal de aprecio, por ejemplo, porque el otro nos haya perdonado alguna fechoría. No es una señal de alegría por una creencia profunda. No contiene, en fin, nada moralmente relevante. Es una sonrisa mentirosa. Nadie con alma desconoce que su sonrisa quiere ser traducida en votos. Más aún, estoy convencido de que incluso sus propios votantes saben que detrás de esa sonrisa no hay nada que no sea maldad.Entonces ¿por qué hay gente que sigue negándose a ver maldad en una sonrisa? Porque aún quedan almas limpias... Y porque todavía quedan seres humanos que esperan que después de la lágrimas, el llanto y el luto, vengan las risas y sonrisas. Todavía hay gentes que espera, a pesar de las desgracias, mirar de nuevo las cosas como las veía antes. En eso reside, como nos enseñó Marco Aurelio, el volver a vivir. ¿Podría Zapatero volver a vivir sin la sonrisa que lo mantiene en el poder? No, porque se conforma con sobrevivir.

Agapito Maestre
Catedrático de Filosofía Política en la Universidad Complutense de Madrid

Sin cartas...


¿Por qué en nuestra sociedad aumenta la correspondencia y disminuyen las cartas? Abundan las cartas comerciales, los avisos, las notificaciones, las citas, las convocatorias y faltan las cartas personales, aquéllas en las que no hay quizá nada que decir pero en las que la persona se dice a sí misma, levanta acta en la palabra de lo que son los ardores o sinsabores de su espíritu. ¿Ha progresado la comunicación personal al ritmo que han progresado otras comunicaciones? La fecundidad de una cultura es directamente proporcional al esfuerzo colectivo por alcanzar cotas morales a la vez que conquistas económicas y políticas.

Somos humanos en la abertura al mundo, al prójimo y a Dios. Pero ellas pasan por la abertura e inmersión en nuestro interior, ese extremo punto de nuestro ser, que los místicos llamaron centro, sima, ápice, hondón del alma. Interioridad que está hecha de luces y de sombras, de claridades y de oscuros légamos que ciegan nuestros ojos para mirar dentro y para ver fuera. Las cartas han sido siempre vehículo privilegiado de comunicación con el prójimo. Antes de que los psicoanalistas hablaran de la curación por la palabra, los maestros de espíritu habían mostrado que el camino hasta el otro en el hablar y en el escuchar era una vía eficaz de curación de la voluntad y de alumbramiento de la inteligencia.

Las cartas, como sedimento del propio espíritu en búsqueda desazonada ante decisiones fundamentales o en alegría por la felicidad sobrevenida, son uno de los testimonios más valiosos de la historia humana. Los grandes hombres han realizado su obra en gestas exteriores y en navegaciones interiores; lo han sido escribiendo libros y escribiendo cartas. En la antigüedad Séneca. Cicerón y San Jerónimo, en la era moderna desde Erasmo a Leibniz, desde Blondel a Teilhard de Chardin, y en nuestra cultura desde Santa Teresa a Valera y Unamuno. Las Confesiones de San Agustín, ¿qué son sino una carta dirigida a Dios?

Las cartas están hoy amenazadas. Ellas requieren silencio y sosiego, tomar la vida en propia mano para ordenarla interiormente antes de expresarla ante el destinatario. No es lo mismo escribir a la madre, a la esposa, a los hijos que escribir a un amigo, una autoridad o un súbdito. Las modalidades de la realidad encuentran su reflejo en las modulaciones de la palabra. Cada sentimiento del alma tiene sus modos propios de expresión; no dicen los mismos verbos y substantivos el dolor y el entusiasmo, la angustia y el coraje. Escribir una carta de amor o de agradecimiento, de solicitud o de disculpa es ante todo una ejercitación de la propia interioridad. Ésta queda así clarificada, y discernida al pasar por la criba, el harnero y el cedazo de la inscripción por la pluma en el papel o la trascripción en el ordenador.

El legado conservado de cartas es admirable por su variedad de motivaciones y por la diversidad de sus expresiones: cartas de amor y de reproche, cartas desde el exilio, la cárcel, la lejanía en otros continentes, la guerra con la muerte en el horizonte; cartas de jóvenes que estrenan la vida y cartas de ancianos que ven el final ya cercano. He leído recientemente una antología de cartas enviadas por personas que murieron en guerra entre los años 1939 en que estalló la segunda mundial hasta su final en 1945. Lleva por título La voz del hombre. En ellas palpitan las emociones más profundas del ser humano, recordando a sus seres queridos, poniendo luz en la propia existencia ante el riesgo inminente de perderla, poniéndose ante Dios y dejándose en sus manos, en pura desnudez frente al futuro. Cuando somos arrastrados hasta el borde de la vida, descubrimos la belleza y grandeza de lo cotidiano, del trabajo duro y ennoblecedor al mismo tiempo, que sólo valoramos cuando estamos en peligro de perderlo.

La vida más real y más personal no es la que aparece en los periódicos sino aquélla que discurre silenciosamente por las cavernas profundas de nuestra vida. De ella en las actas sólo queda lo más formal e impersonal. La sangre, sudor y lágrimas de nuestro dolor o alegría no constan en los anales de las instituciones. La prensa cuenta la extrahistoria; en cambio, estas cartas, a las que nos venimos refiriendo, cuentan la intrahistoria. De ella nacen las decisiones radicales, para las que no siempre encontramos razones demostrables pero que son las verdaderamente decisivas, esas que sólo contamos a los amigos del alma. Los historiadores deberían mirar más a esos espejos interiores a la vez que a las actas públicas.

La crisis del siglo XVI español, que se agudiza en los años 1558-1559, tiene como centro la aparición del protestantismo en las ciudades más importantes del reino, Sevilla y Valladolid. Esos focos eran percibidos como una amenaza para la fe de la Iglesia y para la unidad de la nación. Cercanos a ellos estaban aquellos grupos de tan difícil identificación: alumbrados y recogidos, dejados y visionarios, erasmistas y teatinos. La suma del factor exterior con este interior provocó un susto general que se expresó en medidas durísimas e inmediatas: los autos de fe en esas dos ciudades, el Índice de libros prohibidos en el que se incluían algunos clásicos de espiritualidad, las traducciones bíblicas y de autores extranjeros, la prohibición de salir a estudiar en universidades fuera de España, el encarcelamiento del arzobispo de Toledo Bartolomé de Carranza.

La reacción oficial ante todos esos hechos la podemos encontrar en los archivos de la Inquisición, de Simancas y en el Archivo Vaticano. Pero las reacciones personales sólo se pueden conocer a través de las cartas cruzadas entre los protagonistas, entregadas en mano y en mano respondidas. J. I. Tellechea nos ha entregado en vísperas de morir dos admirables volúmenes con 500 de esas cartas (más 260 páginas geniales de introducción), la mayoría de ellas inéditas, que iluminan las huellas y cicatrices de esa convulsión que afectó al solar hispánico entre 1559 y 1563. Su título: Cartas boca arriba. La crisis religiosa española de 1558-1559 a través de cartas contemporáneas.

Cartas secretísimas entonces y que hoy nos permiten conocer traiciones y fidelidades, la perplejidad de muchos ante lo que era una alternativa a la fe católica y para otros el redescubrimiento del verdadero Evangelio. Biblia, Mística y Política se estaban encontrando y enfrentando. Cartas de Reyes, de Papas, de generales de órdenes religiosas. Por ellas pasan la Princesa gobernadora Doña Juana, los secretarios de Carlos V, el inquisidor general Fernando Valdés, los jesuitas Lainez, Fabro, Bustamante y P. de Ribadeneira, los dominicos Melchor Cano, Domingo de Soto, Diego Ximénez, y tantos otros. Fuego cruzado de amistad y de reproches, de sospechas y de fidelidad, de enjuiciamiento de la sociedad y de la Iglesia, del Emperador y del Papa. Cartas escritas en un castellano terso y tenso, con una brevedad y reciedumbre que hacen justicia a la norma que Juan de Valdés había establecido en el Diálogo de la lengua: «El hablar bien castellano consiste en que digáis lo que queréis con las menos palabras posibles que pudierais».

Hay que escribir cartas; cartas largas, de gozo o de quejumbre para no asfixiarnos en la pena u olvidarnos de nosotros mismos en la trivialidad, para no ceder a los procesos de uniformación que nos amenazan, para dar fundamento a nuestra libertad. Cartas a los amigos íntimos, a los que ejercen la autoridad y a los que nos deben obediencia. Cartas claras, verdaderas, que al escribirlas nos hacen sentirnos conscientes y libres ante nuestro destino. No serán luego un clásico, como fueron la Carta a un joven poeta de Rilke, que tiene su equivalente no inferior en las que Unamuno escribió a Bernardo de Candamo, la Carta al padre de Kafka, las de Santa Teresa o las de Unamuno, Ortega y Marañón recién editadas. No podemos vivir sin cartas, porque eso supondría renunciar a la claridad interior y cegar la comunicación con el prójimo que es agua para nuestra sed y pan para nuestro camino. El día que no escribamos ni recibamos cartas habremos pasado a ser objeto-masa dejando de ser sujeto-sociedad, ese día habremos dejado de ser personas para ser sólo súbditos y consumidores.

Olegario González de Cardenal
Doctor en Teología por la Universidad de Munich. Es catedrático de la Universidad Pontificia de Salamanca y miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas

Crie panoramas 3D com suas fotos


Já imaginou recriar em três dimensões o ambiente de uma catedral ou daquela linda cachoeira que você visitou durante as férias e mostrar para todos os seus amigos online? É isso que promete o novo serviço lançado nesta quarta-feira pela Microsoft, o Photosynth. A ferramenta gratuita permite criar imagens tridimensionais que podem ser postadas na internet.

O programa pode ser baixado gratuitamente no endereço http://photosynth.com/ (que passou boa parte deste quinta-feira fora do ar). Para usá-lo é preciso tirar fotos de vários ângulos de um determinado local ou objeto - são necessárias de 20 a 300 fotos.

Após selecionar as imagens no computador e nomear a criação, clica-se em Synth e o software automaticamente fará o upload das imagens. Em seguida, é possível ver as fotos detalhadas em três dimensões. O Photosynth permite olhar para cima ou para baixo, virar para esquerda ou direita, além de aproximar a imagem e observar detalhes mínimos, ou recuar e ver a foto do mesmo ponto onde foi tirada.

Para criar o modelo 3D, o Photosynth analisa cada foto para encontrar similaridades com outras e usa esses dados para estimar onde a imagem foi tirada. O programa então recria o ambiente e usa como uma tela de pintura sobre a qual são visualizadas as fotos.

O "Synth" (nome que a Microsoft dá aos modelos 3D criados no programa) final pode ser acessado de qualquer computador com Windows XP ou Vista e IE7 ou Firefox 3 instalado. Se o usuário quiser comentar os Synths de outras pessoas ou criar o seu próprio, precisará de uma ID do Windows Live. Uma vez criados, os Synths podem ser utilizados em páginas da web, postados em blogs e redes de relacionamento como Windows Live Spaces.

A comunidade brasileira já conta com os Synths da Catedral da Sé e do Monumento às bandeiras, ambos em São Paulo. Em parceria com a Microsoft Brasil, o fotógrafo da Megaphoto, Rodrigo Acedo, registrou os pontos turísticos e montou as imagens tridimensionais.

Repudio mundial a Daniel Ortega


Gloria Rubín, flamante ministra de la Mujer del Gobierno de Fernando Lugo arrojó la primera piedra. Con otras feministas, firmó un comunicado contra la participación como invitado al acto de traspaso de mando presidencial "del violador Daniel Ortega Saavedra, que por 20 años esclavizó sexualmente a la hija de su esposa".

Nadie hubiera imaginado que un pronunciamiento surgido en Paraguay tuviera un efecto internacional inmediato y de amplia adhesión. El presidente nicaragüense no viajó a Asunción y ahora es objeto de fuerte rechazo en Honduras, donde tiene previsto realizar una visita. A partir del comunicado de mujeres paraguayas se gestó un "pacto mundial" del movimiento feminista en contra del mandatario centroamericano, a quien su hijastra Zoilamérica Narváez había denunciado en 1988 por abuso sexual. El caso fue archivado por la justicia nicaragüense por haber prescrito.

Ortega pudo salvarse gracias a una justicia acomodada, similar a la que tiene la mayoría de los mandatarios latinoamericanos para ganar impunidad ante sus actos de corrupción. Sin embargo, ahora no podrá eludir la sanción social y moral que es muy común en países del Primer Mundo, pero no en Latinoamérica. En el futuro, adonde llegue lo van a repudiar las organizaciones feministas y movimientos sociales de derechos humanos. Incluso se irán sumando más instituciones como ya lo hicieron los diputados hondureños.

A quienes la conocen, no extraña la actitud de Gloria Rubín, quien demostró ser una mujer valiente y de carácter. No sólo ha demostrado ser una feminista de ley, sino que deja atrás el estigma de flaca memoria colectiva que tienen nuestros pueblos. Habiendo sido nombrada secretaria de la Mujer (cargo con rango ministerial) por el presidente Fernando Lugo, no guardó sus ideas ni pensamientos, más aún teniendo en cuenta que poco tiempo antes el ex obispo había celebrado el 29° aniversario de la Revolución Sandinista en Nicaragua, al lado de Ortega y Hugo Chávez, dos fieles representantes del Socialismo del Siglo XXI.

La esposa del presidente nicaragüense, Rosario Murillo, acusó a las firmantes del comunicado en Paraguay de ser utilizadas "por el imperio aquí y allá y pagadas por la embajada norteamericana" en un obsoleto discurso antiimperialista. La vocera gubernamental de Ortega calificó a Gloria Rubín de "secretaria de cuarta categoría y sobrina de un ministro de Stroessner (Adan Godoy Giménez, de Salud Pública) y a su esposo dueño de varias radios". Los parientes no se eligen y no tienen por qué manchar la trayectoria de una luchadora a quien su esposo, Humberto Rubín, llama siempre "mi marida", precisamente por ser de armas tomar. Gloria Rubín es precursora y directora de la Fundación Kuña Aty (que en guaraní significa simplemente "reunión de mujeres"), una organización que asiste a víctimas de la violencia sexual y doméstica. Como tal, acaba de recibir el premio Serafina Dávalos –nombre de la primera abogada paraguaya–, distinción que concede el municipio de Asunción.

Con la actitud y el eco mundial logrado, Gloria Rubín ha ratificado su condición de verdadera feminista, la que lucha por los derechos de sus congéneres y no opta por el feminismo que cree solucionar todo con el sexismo del lenguaje, agregando una "a" a todos los adjetivos y sustantivos. Latinoamérica está despertando y se vuelve más crítica. Está tomando conciencia, no solo para acabar con rémoras del machismo, sino para descartar a políticos que representan los antivalores. En su discurso inaugural, Fernando Lugo prometió que terminará con la fama de país corrupto del Paraguay. Su ministra de la Mujer tiró la primera piedra no solo contra un hecho deleznable y un personaje de oscuro pasado que se vale del poder, sino contra la mala fama de nuestro país.

Pedro Gómez Silgueira, periodista del diario paraguayo ABC Color.
© AIPE

Margaret Thatcher

Demencia senil. Tiene ochenta y dos años y desde los setenta y cinco le viene creciendo el olvido. Más olvido del que un ser humano necesita. No hay pesadilla más monstruosa que ese Funes el memorioso de Jorge Luis Borges, pero sin una memoria que mantenga la insondable identidad, el hombre se borra a pedazos, se disgrega como una nube. En vida. Cuando la gente vivía menos años no atacaba este mal tan a menudo. Al gran aliado de Thatcher también le deparó el destino la disolución. Pienso en lo que contaba Edward De Bono sobre la dama de hierro: cuando dudaba, se preguntaba a sí misma "¿Qué haría Margaret Thatcher en esta situación?". Pronto no le quedará ese recurso formidable, porque Margaret Thatcher se desconocerá.

Si los cuatro grandes libertadores coincidieron en el siglo XX fue porque al siglo infame le correspondió albergar la mayor tiranía que ha conocido la historia, el totalitarismo en estado puro, el que invade las conciencias, el que toma el interior del sojuzgado y le hace declarar (¡sinceramente!) contra sí mismo, el que no titubea a la hora de provocar hambrunas, desplazar poblaciones, exterminar pueblos, sostener un terror de décadas como único elemento de cohesión social, y mantener que todo eso se hace en nombre del sometido, por su bien y el de sus descendientes.

A Reagan y a Thatcher les tocó apagarse poco a poco. A Juan Pablo II, sufrir un deterioro que simplemente no aceptó; sacando fuerzas de flaqueza viajó, conmovió y convenció como una legión de apóstoles. A Solzenitzin se lo acaba de llevar también la muerte. Los cuatro fueron imprescindibles: los dos políticos, para la estrategia y para la acción; el Papa, para poner en juego una fuerza y una luz que no se apaga nunca y contra la que al final nada puede ninguna construcción de ingeniería social; el escritor, para mover las conciencias, para explicar que detrás de las siglas y el telón y la retórica había seres humanos reales, de carne y hueso, con nombres y apellidos, para impedir la excusa de la ignorancia y ese otro tipo de olvido que es el olvido colectivo, para avergonzar de por vida a quienes, advertidos, mantuvieron su coraza ideológica.
Sólo ella queda viva entre los cuatro héroes longevos. Su hija Carol nos revela que se está adentrando en la penumbra de la desmemoria. Recordemos por ella.

Juan Carlos Girauta

segunda-feira, 25 de agosto de 2008

Olimpíadas gregas eram uma disputa espiritual

Estadio de Olympia - Grécia (Foto de Oswaldo Velasco, 2003)

Se você achou a abertura dos Jogos Olímpicos de Pequim uma festa exótica, imagine as seguintes cenas: cem bois são degolados a sangue frio e transformados em churrasco no Estádio Ninho de Pássaro; diante do resultado positivo de um exame de doping, um corredor canadense é forçado a ir de joelhos de Montreal até Aparecida do Norte, como penitência; pais carregam seus filhos paraplégicos ou cegos até uma estátua de Michael Phelps, o genial nadador americano, na esperança de que os “poderes olímpicos” do atleta os curem.

Insanidade completa? Não se ainda estivéssemos disputando as Olimpíadas no formato que elas tinham na Grécia Antiga. Para os gregos, a expressão “devotos do esporte” não era só uma metáfora, já que os Jogos Olímpicos funcionavam, antes de mais nada, como um festival religioso. Ou, para usar uma comparação mais prosaica, uma espécie de superquermesse, cujo “santo padroeiro” era ninguém menos que o rei dos deuses gregos, Zeus, senhor do relâmpago.

Comecemos com a mortandade pública de bovinos, que certamente deixaria os defensores dos direitos dos animais em polvorosa caso tivesse acontecido em Pequim neste ano. “Em Olímpia [cidade-sede perpétua das Olimpíadas gregas], assim como nos outros santuários principais de Zeus, o deus era conhecido como hekatombaios, ou seja, merecedor de cem bois”, escreve o historiador Nigel Spivey, professor de arqueologia e arte clássica da Universidade de Cambridge (Reino Unido) e autor do livro “The Ancient Olympics”. “Os bois eram massacrados diante de uma multidão de fiéis, e os recintos sagrados ficavam cheios do sangue deles. Ao longo dos séculos [as Olimpíadas gregas duraram de 776 a.C. a 392 d.C.], os ossos, cinzas e entranhas bovinas foram formando uma pirâmide”, conta Spivey.

Origens misteriosas

É indiscutível, portanto, que Olímpia, no Peloponeso (a península ao sul da Grécia), só se tornou um centro poliesportivo porque era um importante santuário de Zeus. Como e quando exatamente isso aconteceu ainda é motivo de debate entre os arqueólogos, mas o certo é que a região já recebia oferendas (em geral representadas por estatuetas de bronze, ofertadas a templos do deus) no começo do século 8 a.C., o que parece casar com a data tradicional de 776 a.C. para o início dos jogos.

Outro possível elemento religioso das origens olímpicas são os chamados jogos funerários, uma prática descrita até pelo célebre Homero na Ilíada, sua obra-prima sobre a guerra de Tróia. Os jogos funerários parecem ter sido uma espécie de ritual em honra de grandes heróis mortos - personagens que, segundo a mitologia grega, em geral eram o fruto da união entre deuses e mortais e acabavam sendo divinizados após a morte. (É possível pensar nos heróis como uma espécie de categoria intermediária entre as divindades e os seres humanos - uma comparação possível, embora imperfeita, é com os anjos e santos da tradição cristã.) De um jeito ou de outro, as competições atléticas em Olímpia (que começaram com uma simples corrida, mais ou menos equivalente aos nossos 200 metros rasos, e passaram a incorporar modalidades como o boxe e a luta livre) logo se tornaram uma das formas mais apreciadas de honrar Zeus e os outros deuses gregos. Ao atrair competidores de todas as cidades de cultura grega, de uma região que ia da atual França à Geórgia, as Olimpíadas viraram o festival religioso mais importante do mundo antigo. E até para treinar era preciso buscar a proteção dos céus: cada cidade-Estado grega tinha, em seu(s) ginásio(s), o deus padroeiro dos atletas.

Milagreiros

Tanto a vitória quanto a derrota nos Jogos Olímpicos eram consideradas manifestações da vontade divina, e os participantes eram obrigados a fazer um juramento sagrado de ter participado de uma rotina devota de treinamentos e de não trapacear. (Os que fossem pegos tentando passar a perna nos adversários eram obrigados a financiar uma série de estátuas de Zeus, as chamadas Zanes, que eram colocadas no recinto sagrado de Olímpia.)

Quem fosse vitorioso, no entanto, muitas vezes já ficava a meio caminho de virar “santo” - ou herói, para ser mais exato. Suas estátuas, como as dos deuses, eram erigidas e expostas no santuário. A modalidade que mais conferia capacidades divinas ao vencedor, segundo a crença grega, era o chamado pankration, uma forma brutal de luta vagamente parecida com o nosso vale-tudo. “Algumas estátuas de campeões do pankration eram veneradas como talismãs mágicos, capazes de conferir força e com poderes de cura”, afirma Spivey.

Uma história sobre Teágenes, “medalhista de ouro” tanto no pankration quanto no boxe, mostra como os gregos acreditavam nesses poderes. Conta-se que, após a morte de Teágenes, um inimigo do campeão costumava chicotear sua estátua todas as noites, querendo se vingar postumamente do desafeto. Certa madrugada, a estátua caiu sobre o invejoso, matando-o. Os moradores de Tasos, terra de Teágenes, “julgaram” e “condenaram” a estátua a ser jogada no mar. Só que as colheitas da cidade ficaram muito ruins depois disso. Os moradores de Tasos consultaram um oráculo e foram instruídos a recuperar a estátua. Deu certo: as colheitas voltaram ao normal.

Atleta = sofredor?

Depois que o cristianismo se tornou a religião oficial do Império Romano, as Olimpíadas acabaram sendo proibidas, por causa da ligação estreita que tinham com o culto pagão. Mas isso não significa que os seguidores de Cristo tivessem ignorado o significado espiritual dos Jogos. Em suas cartas no Novo Testamento, São Paulo, o maior missionário da primeira geração cristã, usa justamente metáforas olímpicas - chegar em primeiro na corrida, receber a coroa da vitória, combater o bom combate - para falar dos percalços da fé. E isso faz todo o sentido quando se considera a origem da palavra “atleta”, diz Spivey - ela vem do verbo grego athlêuo, “eu sofro”. O atleta, portanto, é o sofredor por excelência, sacrificando-se por um resultado que valha a pena o esforço.

Reinaldo José Lopes
G1

sábado, 23 de agosto de 2008

Trecho de "Os Sete Chefes do Império Soviético", de Dmitri Volkogonov

Arauto do colapso

Em 2 de novembro de 1977, uma sessão solene do Comitê Central, do Soviet Supremo da URSS e do Soviet Supremo da Rússia teve lugar no Palácio dos Congressos do Kremlin para comemorar o sexagésimo aniversário da Revolução de Outubro. Brejnev havia dito aos seus preparadores de discursos, uma ou duas semanas antes, que não queria falar por mais de cinqüenta minutos. Passara a ter aversão por textos longos.

O pronunciamento, que foi revisto diversas vezes no Politburo, era totalmente devotado ao futuro e recebeu o título de “O Grande Outubro e o Progresso da Humanidade.” “Esta época,” proclamou Brejnev em meio a aplausos orquestrados, “é a época da transição para o socialismo e o comunismo (…) e toda a humanidade está destinada a trilhar tal caminho.”

Brejnev ainda retinha pontos de vista inspirados pelo Komintern sobre o futuro do comunismo. Nos “seus” XXIII e XXIV Congressos do partido, ele expressou a crença no triunfo final da causa de Lênin. Disse no XXIV que o sistema mundial de socialismo era “o protótipo da futura comunidade mundial de povos livres,” e que “a vitória completa da causa socialista em todo o mundo é inevitável.”

Prevendo o colapso do capitalismo e o sucesso do comunismo, Brejnev omitiu o fato de que, sem os capitalistas, a URSS não poderia sobreviver. Cerca de dois meses antes de seu profético discurso no Kremlin, em 30 de agosto de 1977, ele aprovara um relatório rotulado como “De especial importância” e “Para arquivo especial,” assinado pelos gerentes econômicos e financeiros mais credenciados do país. Se tivesse deixado transparecer o que constava daquele relatório, seu discurso no Kremlin teria virado pó. Desde os dias de Lênin, os bolcheviques haviam se tornado mestres na contabilidade de dupla entrada, uma para eles mesmos e outra para “as grandes massas operárias.” Kosygin e os outros autores haviam escrito:

“Em 18 de junho de 1977, o CC e o Soviet de Ministros tomaram a decisão de comprar no exterior 11,5 toneladas de cereais para entrega à URSS em 1977/78.” Agora, continuaram, “surgiu urgente necessidade de comprar no exterior com moeda conversível mais dez milhões de toneladas de grãos (trigo, milho, cevada) para entrega à URSS em 1978. A compra adicional de grãos permitirá atender a demanda na economia nacional, se bem que não completamente.”
Já acostumados com as carências dos recursos nacionais, os autores do relatório levavam em conta uma série de outros fatores: supunha-se que as safras seriam fracas entre os amigos da URSS, e que Polônia, Tchecoslováquia, Alemanha Oriental e China estavam também se preparando para comprar cereais aos capitalistas. A idéia não era tanto aumentar a produtividade dos campos soviéticos, mas fazer estoques com os grãos estrangeiros ao custo de centenas e milhares de toneladas do ouro.

Talvez Brejnev tivesse isso na cabeça quando declarou no seu discurso que “nossa orientação não é só para as necessidades correntes, mas também para o futuro, notavelmente para nossa política agrícola. Esforçamo-nos por uma solução para o problema dos alimentos, a fim de satisfazer a demanda crescente do país.” Declamando frases tão grandiosas, ele não poderia saber, tampouco o país, que era o arauto de mudanças fundamentais. Quanto mais falava em “sucesso do socialismo” e “influência decisiva da comunidade socialista no desenvolvimento da civilização,” mais evidente se tornava a aproximação da crise total no sistema.

A rigor, a malfadada estagnação não era culpa apenas do incompetente secretário-geral. O sistema em si estava rachando, embora ainda imperceptivelmente. Não possuía suficientes reservas internas para funcionamento apropriado. Havia exaurido a si mesmo. Na década entre os eventos de Praga em 1968 e a entrada no Afganistão, a União Soviética pareceu desfrutar de um período de calma. As anomalias se tornaram regra: as pessoas trabalhavam menos, mas recebiam bônus substanciais; cientistas, desportistas, artistas e membros de delegações desertavam em grandes quantidades; secretários regionais do partido se assemelhavam mais a barões locais; o complexo industrial-militar fazia cada vez maiores exigências para manter a “paridade” com os EUA; o povo se acostumava a dizer uma coisa e pensar outra; Brejnev proclamava que “o futuro pertence ao comunismo,” enquanto seus camaradas e assistentes enviavam ouro para os Estados Unidos, o Canadá, a Argentina e a outros países em troca de cereais, carne e outros alimentos.

O problema de vestir e alimentar a população pendia como uma maldição sobre o regime comunista desde sua concepção, e uma solução não ficara mais próxima no governo de Brejnev. Ele convocou quatro congressos como secretário-geral, do XXIII ao XXVI, e em todos, depois da ritualística descrição das conquistas históricas do socialismo, falou sobre deficiências crônicas. No XXIII: “A produção de certos bens não acompanha a demanda. Não está disponível uma variedade de carnes em local algum da rede comercial. O mercado não recebe quantidades suficientes de bens necessários.” No congresso seguinte, falou pouco sobre os bens cujo suprimento estava muito em falta, e no outro, admitiu que não fora possível alcançar uma melhora na quantidade e na qualidade dos bens e serviços. No seu último congresso, o XXVI, lendo com extrema dificuldade o texto, repetiu: “De ano para ano, os planos não se cumprem para a produção de muitos bens de consumo, especialmente tecidos, roupas de lã, calçados de couro, mobília, televisores. Não houve aprimoramento na qualidade.”

Razões foram apresentadas para os fracassos: safras ruins, mau planejamento, negligência, “subjetivismo” dos chefes anteriores e, é claro, “as ações agressivas dos imperialistas nos EUA que nos forçaram, nos anos recentes, a desviar recursos adicionais significativos para fortalecer a capacidade defensiva do país.” Entre os sucessos do regime, todavia, o XXIV Congresso ouviu que “no período 1969-70, as obras e livros de Lênin excederam 76 milhões de cópias.”

Dois meses antes de morrer, Brejnev voltou de férias na Criméia para presidir uma sessão rotineira do Politburo, algo que fazia cada vez menos em virtude da doença. O aparato do Comitê Central de há muito se conscientizara de que o estado não caminhava para lugar algum, já que sinais partiam de todos os lados indicando crise total. Os auxiliares de Brejnev tentaram colocar pelo menos algumas idéias críticas e construtivas em sua boca.

Sem tirar os olhos do texto que tinha diante de si, Brejnev descreveu seus encontros tradicionais com chefes dos partidos “fraternais” de outros países socialistas. “É desagradável, mas é um fato,” leu, “que diversos de nossos ministros venham sofrendo da doença crônica do não-cumprimento dos contratos de bens com os países socialistas.” Tomou um gole do copo de chá.
“Não posso deixar de dizer que existe marcante crescimento da insatisfação com o Comecon [o Conselho de Cooperação Econômica] entre nossos amigos. Também estamos experimentando isso. A raiz do problema está no fato de que o tempo sobrepujou os modelos criados há trinta anos quando a organização foi fundada. (…) Nossos aliados tentam melhorar a coordenação das decisões gerenciais recorrendo a alavancas e estímulos econômicos, e rejeitam a extrema centralização de chefia.”

Essa era a verdade que nosso secretário-geral não estava acostumado a declarar. Mas palavras eram uma coisa; atos, outra bem diferente.

“Nossa economia é gigantesca,” continuou Brejnev. “Tome-se qualquer ministério – é quase do tamanho de um exército. O aparato do governo proliferou. Fizemos muitos erros de cálculo e incorremos em todas as espécies de mal-entendidos.” Para uma solução desses problemas, Brejnev apelou para a velha e fiel fixação bolchevique: “Talvez nosso problema-chave de hoje seja apertar a disciplina. Tanto no estado como entre os trabalhadores. (…) O rigor com a disciplina tem que ter forma abarcante, não por campanhas [individuais]. É provável que tenhamos que formular um decreto sobre isso.”

Tudo aquilo que parecia indício de uma análise sóbria no início do discurso acabou escorrendo entre os dedos da chefia.

A opinião mais penetrante sobre a crise iminente foi dada pelo chefe da KGB, Yuri Andropov. Os arquivos do Comitê Central guardam em “Pastas Especiais” diversos memorandos de Andropov chamando a atenção de Brejnev para os dias difíceis que estavam por vir. O Secretário-Geral apunha sua assinatura e os documentos eram lacrados em envelopes especiais que só ele tinha autoridade para abrir. Não há sinal de reação a tais alertas que começaram por volta de 1975.
Brejnev pode ter se reunido com Andropov, a quem muito apreciava, para debater suas idéias e ter decidido que não era necessário fazer comentários escritos sobre a situação. Mas isso é só conjetura. De qualquer maneira, Andropov complementava seus bem-informados alertas com nada mais construtivo que sugestões sobre medidas adicionais rigorosas nos campos da administração e da organização.

Como um dos mais inteligentes e perspicazes chefes do partido, Andropov gozava de uma relação de confiança com Brejnev que chegava à confidencialidade. Possivelmente só Chernenko, o cortesão típico que se antecipava aos desejos do mestre, fosse mais próximo. Em 8 de janeiro de 1976, Andropov escreveu uma carta estritamente pessoal com não menos que dezoito páginas para Brejnev. Começou assim: “Este documento, que eu mesmo escrevo, é endereçado apenas a você. Se você encontrar nele alguma coisa de valor para a causa, ficarei muito feliz, caso contrário, peço-lhe então considerar que ele jamais foi escrito.”

A despeito do aspecto sigiloso do intróito, Andropov nada propôs além do fortalecimento rotineiro do papel do partido para a solução dos problemas do país. O partido, escreveu, precisava armar-se com princípios leninistas testados: unidade de doutrina partidária, organização rigorosa e disciplina de ferro. Ponderou sobre como fazer os quinze milhões de membros do partido trabalharem, “cada um deles,” e como garantir que a filiação não fosse usada “como trampolim para subida nos degraus da carreira.” Instou pelo fim do “palavrório irresponsável, da crítica destrutiva e do desperdício,” realçou o perigo que via no trabalho dos partidos comunistas da Europa Ocidental e detectou “a nódoa democrático-social contra a qual V.I. Lênin lutara tão apaixonada e furiosamente.”

Em diversas passagens, Andropov referiu-se a Khruschev de forma depreciativa, na verdade condenando-o pela transferência de especialistas em agricultura e industriais por profissão para o trabalho no partido, quando o necessário era “liderança política.” Khruschev, segundo Andropov, era contra os “gerentes de negócios” ou “homens de negócios” que, em suas palavras, “começavam qualquer tipo de conversa rabiscando números no papel. Em que, pergunta-se, um líder desses difere, por exemplo, de um gerente americano para o qual o negócio é antes de tudo contabilidade e dinheiro enquanto as pessoas vêm em segundo plano. Nas nossas condições, esses ‘homens de negócios’ estariam trabalhando para eles mesmos.” Andropov concluiu propondo que os secretários regionais do partido fossem transferidos depois de alguns anos para atividade diferente, de modo a se evitar a “estagnação.”

Tais idéias só serviam para empurrar o já conservador Brejnev na direção de um modo de pensar bolchevique ainda mais ortodoxo. Andropov e outros como ele podiam ver e sentir o aprofundamento da crise, mas só conseguiam sugerir soluções leninistas ultrapassadas e desacreditadas.

No final da era Brejnev, diversos de seus associados enxergaram a necessidade de mudanças. Mesmo assim, até o inteligente Andropov viu salvação em ressuscitar, “dentro de limites razoáveis,” as antigas práticas bolcheviques de administrar o país. Ele revelou sua nostalgia em relação aos velhos métodos ao se referir ao partido por sua denominação original de bolchevique. Na sua opinião, bolchevismo significava luta implacável contra “oportunismo político, acomodação, afrouxamento e mentalidade confusa.”

O regime conseguiu retardar o colapso por meio do desperdício sistemático e da liquidação de quantidades colossais de gás, petróleo, ouro e outros recursos naturais do país, mas isso não podia continuar indefinidamente. Eram essenciais decisões responsáveis para alteração de fundo. A chefia do partido, contudo, no demonstrava a menor disposição para tomar tais decisões. Os registros do Politburo não contêm uma só palavra de crítica ao Secretário-Geral por suas inatividade e incapacidade. Cada membro só se preocupava com seu bem-estar, e não com o do estado e do povo.

As reflexões de V.I. Boldin, membro antigo do Comitê Central, merecem ser citadas por serem relativamente objetivas: “É verdade, Brejnev tinha seus pontos fracos, e havia coisas surpreendentes e outras detestáveis. Por que, então, todos silenciaram, jubilosos e reverentes?
Onde estavam os chefes cujo dever era falar a verdade sobre a situação tanto para o chefe decrépito como para o Comitê Central e para o povo? Não foi esse bando de covardes, que detinha o poder no centro e nas localidades, que levou nosso país ao impasse, e não deveriam eles ser responsabilizados pelo que aconteceu com nosso grande poder? Só com Brejnev morto é que todos começaram a ultrajar seu ídolo, tentando mostrar como eram corajosos. Que grande carência de princípios e pobreza de espírito eles deviam ter para permanecerem calados e esconderem a verdade do povo!”

Boldin estava certo, mas a culpa não era dos velhos, e sim defeito orgânico do sistema. No cume da pirâmide esteve sempre a imagem do primeiro chefe, imune à crítica e à reprovação. Outros chefes foram expostos ao ridículo depois de mortos, mas Lênin foi tão necessário morto aos seus sucessores quanto o fora vivo. Nem Gorbachev fugiu à tradição. Num pleno do partido de 21 de outubro de 1987, o último secretário-geral não perdeu a oportunidade de alfinetar Brejnev:
“Provei do estilo de trabalho de Leonid Ilyich Brejnev em seus últimos estágios. Sei de tudo, camaradas. Foi o infortúnio de nosso partido.” “Sabia de tudo,” mas demorou bastante antes de dizer alguma coisa sobre aquilo.

De fato, a partir de meados dos anos 1970, Brejnev passou a não tomar parte ativa seja nas questões do partido seja nas do estado, mas ainda queria aparecer todos os dias nas telas da televisão. O resultado foi que todos, no país e no exterior, podiam acompanhar seu lento declínio, o esforço que fazia até para descer uma escada ou levantar o pesado volume em Viena que continha o Tratado SALT– 2. De há muito sabia-se em Moscou que, na retaguarda da coluna de limusines pretas que acompanhavam Brejnev em suas cada vez mais raras visitas à capital, ia um carro com equipamento ressuscitador. O Comitê Central mandou que uma equipe de médicos pessoais altamente qualificados estivesse sempre próxima do local aonde o chefe fosse.

Mesmo assim, Brejnev continuava se considerando indispensável devido a sua “grande experiência e sabedoria.” Não percebia que um sábio, com entendimento do passado e antevisão do futuro, não se vê como centro da existência, e sim tem uma idéia objetiva a respeito de si mesmo. Mas Brejnev não possuía tal capacidade. O andar arrastado, o discurso desconexo, os movimentos desgraciosos e a total inaptidão para entender qualquer coisa tornaram-se objeto de piedade nacional e motivo de anedotas cruéis.

Em 1982, ano de sua morte, Brejnev conseguiu fazer ainda algumas viagens pelo país. Quando passava sob uma plataforma, durante visita a uma fábrica de aviões em Tashkent, em março, a estrutura desabou sob o peso dos trabalhadores que estavam em cima dela. As pessoas em torno de Brejnev ainda tentaram protegê-lo das vigas que caíam, mas a clavícula do chefe resultou quebrada. Brejnev assustou-se bastante e a tensão causada em seu coração e na circulação do sangue foi considerável.

Em 28 de outubro, duas semanas antes de falecer, Brejnev ainda reuniu forças para, com grande dificuldade, “pronunciar um discurso” no Kremlin diante do Estado-Maior do Comando Supremo do Exército Soviético. E, no grande feriado do calendário bolchevique, 7 de novembro, quando a Revolução de Outubro era comemorada com a devida cerimônia, Brejnev postou-se de pé no Mauso292 léu durante todo o desfile militar e a parada cívica. Usando calçados aquecidos, roupas de baixo confeccionadas em lã e quase idênticos chapéus com pêlo de marta, os idosos chefes flanquearam Brejnev e acenaram debilmente com as mãos enluvadas para as “massas jubilosas” que se sucediam. Naquele dia, lá estavam de pé no Mausoléu o então incumbente e os três futuros secretários-gerais: Brejnev, Andropov, Chernenko e Gorbachev.

Nos seus últimos anos, uma das excentricidades de Brejnev foi sua preocupação com o peso. Começava o dia pesando-se e se enervava ao mais leve acréscimo, como se o controle do peso fosse a resposta para todas as suas enfermidades. Adorava caminhar e nadar, mas tais exercícios não impediram a rápida deterioração de sua saúde. Sofria de insônia e começou a tomar pílulas para dormir em doses crescentes, e acabou viciado. Como relembrou seu chefe da segurança, o general V. Medevedev, um dos membros do Politburo aconselhou certa vez Brejnev a tomar os remédios com zubrovka, uma vodca aromatizada. Segundo Medvedev, foi a zubrovka que agiu como narcótico. Brejnev não bebia muito daquela mistura, porém, no seu sistema depauperado, ela funcionou como depressivo. Ele já fora acometido de ataques do coração, derrames e outras doenças. Ademais, ex-fumante, Brejnev tinha verdadeira paixão pelo cheiro da fumaça do tabaco, e o general Medvedev relata que por vezes, no meio da noite, ele e seus assistentes tinham que acender cigarros e ficar “fumigando” o adoentado chefe enquanto ele permanecia deitado.

Depois do acidente em Tashkent, o estado de saúde de Brejnev rolou rapidamente ladeira abaixo. Ele ainda fazia grande esforço para aparecer em desfiles e cerimônias, mas todas as questões rotineiras foram delegadas a Chernenko.

A véspera do falecimento foi igual à maioria dos outros dias. Ele voltou de Zavidovo depois do “tiro” e foi para a cama após o jantar, embora não tivesse assistido aos últimos noticiários como normalmente fazia. Na manhã seguinte, por volta das nove horas, Medvedev e Sobachenko foram acordá-lo e o encontraram morto na cama.

Respiração artificial, equipe de ressuscitação e ajuda do acadêmico Chazov não adiantaram. O primeiro membro do Politburo a ter notícia do fato e também o primeiro a chegar foi, é claro, Andropov. Medvedev lembrou-se de que, depois de relatar a Andropov o que acontecera, o chefe da KGB permaneceu perfeitamente calmo e fez “perguntas desnecessárias e desagradáveis.” A morte de Brejnev não foi surpresa para ninguém.

O país estava praticamente parado, pois a estagnação asfixiara todas as esferas da vida. No último Congresso do partido de seu período de governo, o XXVI de 1981, Brejnev começou seu discurso com as seguintes palavras:

“Camaradas! O novo Comitê Central nomeado pelo Congresso acaba de reunir-se em seu primeiro pleno. Permitam-me relatar seus resultados. No primeiro pleno do Comitê Central, que transcorreu numa atmosfera de excepcional unidade e solidariedade, os órgãos diretores de nosso partido foram eleitos por unanimidade. O pleno indicou, também por unanimidade, como secretário-geral do Comitê Central do PCUS, o Camarada L.I. Brejnev.”

Naturalmente, todos se ergueram para a tradicional “tempestade de aplausos.” Brejnev evidentemente não sentiu o menor desconforto pelo fato de, a despeito de se encontrar impotente por inteiro, ainda ocupar o cargo mais elevado do país, e fez questão de anunciá-lo pessoalmente aos delegados. Os valores morais mais elementares tinham sido totalmente desprezados. Brejnev e os outros chefes senis ao seu lado haviam se transformado em símbolos da decadência, declínio e erosão do sistema.

Dezoito meses mais tarde, ele estava morto. Enquanto muitos no país saudaram a notícia com alívio, os idosos do Politburo ficaram alarmados. A pergunta que não saía de suas cabeça era: quem assumiria o primeiro lugar dentre eles? O lobby industrial-militar também estava inquieto, já que fora o favorito de Brejnev. No país todo, alguns ousaram especular se alguma coisa positiva poderia agora começar a emergir. A nação entrou em longo período de luto. Parecia que o próprio fundador do sistema estava sendo enterrado, não apenas seu quarto chefe.

Uma sessão especial do Politburo foi convocada no dia em que Brejnev faleceu, na qual choveram os elogios usuais, rebaixando ainda mais o vocabulário da louvação: ele foi “um homem da maior autoridade (…) simplicidade encantadora (…) talento excepcional e chefe extraordinário.” Brejnev morreu na manhã de 10 de novembro, porém, na melhor tradição bolchevique, foi decidido “escurecer a foto” anunciando-se que fora no dia 11 às 11 horas da manhã. O luto oficial duraria três dias, de 12 a 15 de novembro. As escolas não tiveram aulas no dia do enterro, houve salvas de canhão, sirenes soaram por cinco minutos, e assim por diante.

Por uma ou duas semanas, o povo ainda falou de Brejnev por puro hábito, e então o chefe desapareceu de sua vida, sem amarguras ou tristezas. Para falar a verdade, o Politburo debateu, uma semana após a morte, a respeito de um item especial da agenda: “Sobre a Imortalização da Memória de L.I. Brejnev.” Diante deles, havia uma resolução preparada. O primeiro a falar foi, é óbvio, o novo secretário-geral. Andropov fora “eleito,” por indicação de Chernenko, umas dez horas depois do falecimento de Brejnev:

Andropov: Tenho alguma dúvida em redenominar a cidade de Zaporozhie [Ucrânia] para Brejnev. Por quê? Primeiro, porque seria desejável dar o nome de Brejnev a uma cidade na [República Federativa Russa]. Segundo, do ponto de vista histórico, Zaporozhie não é particularmente adequada. É associada com Zaporozhian Sech [Hoste Cossaca], com os distúrbios cossacos etc. Talvez fosse melhor darmos o nome de Brejnev à cidade de Naberezhnye Chelny. Não que eu pense em dar o nome de Leonid Ilyich à estação de lançamento espacial. Não devemos associar o nome de Brejnev a foguetes, e a estação significa exatamente isso. A mim parece que o melhor é dar o nome de Leonid Ilyich à Cidade Estrela no distrito Shchelkovsk da região de Moscou.

Tikhonov: Apóio as sugestões do Camarada Andropov, e também acho que seria certo dar o nome de Leonid Ilyich, por exemplo, à Usina Hidrelétrica de Nurek [no Tadjiquistão]. Talvez devêssemos igualmente dar o nome de Brejnev à mina de carvão de Raspad no oblast de Kemerovo?

Andropov: Houve recentemente um grande acidente em Raspad, muitas pessoas morreram. Talvez não devêssemos incluir o local na lista.

Tikhonov: Está bem. Talvez possamos dar o nome de Leonid Ilyich ao quebra-gelo Arktika.
Andropov: Concordo.

Tikhonov: E dar o nome de Leonid Ilyich à Siderúrgica de Oskol. (…) E, ao renomearmos praças, devemos incluir a cidade de Kiev.

Ustinov: Poderíamos também dar o nome de Brejnev para um transatlântico de passageiros e, enquanto se espera, o nome poderia ir para uma embarcação fluvial.

Editora Abril

A liderança da mentira


Durante décadas, o militar e historiador russo Dmitri Volkogonov – a exemplo dos militantes comunistas de todo o mundo – acreditou na maior falácia do século XX: a integridade do sistema político vigente na União das Repúblicas Socialistas Soviéticas. Em 1995, poucos meses antes de morrer, aos 67 anos, vítima de câncer, ele disse em uma entrevista ao jornal The New York Times que a única coisa da qual se orgulhava na vida era ter sido capaz de alterar seus pontos de vista em relação ao regime a que fora fiel por tanto tempo. Seu derradeiro livro, Os Sete Chefes do Império Soviético (tradução de Joubert de Oliveira Brízida; Nova Fronteira; 514 páginas; 79,90 reais), publicado postumamente, resume com clareza as razões para tal mudança, a partir da análise da trajetória dos homens que comandaram aquela gigantesca e desaparecida potência, de suas origens, na Revolução de 1917, até sua extinção, em 1991: Vladimir Lenin, Josef Stalin, Nikita Kruchev, Leonid Brejnev, Iuri Andropov, Konstantin Chernenko e Mikhail Gorbachev.

Não é uma reflexão qualquer, feita em gabinetes acadêmicos: como coronel-general, o autor trabalhou para os quatro últimos líderes da União Soviética. A linha mestra que costura a obra é a idéia de que o pior da experiência soviética já se encontrava no leninismo. Os capítulos referentes a cada chefe, dispostos em ordem cronológica, funcionam como ensaios independentes, porém, olhados em conjunto, não deixam dúvidas sobre a tese central: "Tratava-se de um sistema que incorporava a própria personalidade de Lenin". Stalin – que comandou a União Soviética com mão de aço entre 1924 e 1953, promovendo a morte de possivelmente 20 milhões de pessoas – não seria, portanto, um detrator do "pai da pátria", mas sim um aplicado continuador de seu pensamento.

Pesquisador que ajudou a trazer a público os arquivos secretos da KGB, Volkogonov produziu um livro bem documentado, que ilumina aspectos controversos da história soviética. Examina, por exemplo, as hesitações da política de abertura prometida por Gorbachev. O último chefão soviético nunca levantou a censura a Arquipélago Gulag, de Alexander Soljenitsin, escritor dissidente morto neste mês. Condenava, assim, um livro que nunca lera. Os Sete Chefes também sublinha traços inusitados da personalidade dos comandantes comunistas – alguns, de um ridículo absoluto, como a obsessão de Brejnev por medalhas, o que levava seus asseclas a inventar condecorações absurdas. As impressões telegráficas que Brejnev deixou sobre um encontro de líderes dos partidos comunistas de todo o mundo, em 1966, guardam uma nota interessante para os brasileiros: o discurso de Luís Carlos Prestes é considerado "OK, mas chato".

Também autor de uma biografia de Stalin já publicada no Brasil, Volkogonov conclui que o inevitável colapso da União Soviética se deveu sobretudo à pretensão de onisciência, onipotência e onipresença do Partido Comunista. Assim, quando Mikhail Gorbachev surgiu no posto mais alto do Kremlin falando em "socialismo de face humana" e repetindo, como mantras, as palavras glasnost (transparência) e perestroika (reestruturação), estava claro que buscava conciliar propostas inconciliáveis: a expressão da liberdade dentro de um sistema totalitário. Não podia dar certo – e o sistema ruiu.

Rinaldo Gama
Veja - Edição 207420 de agosto de 2008

terça-feira, 19 de agosto de 2008

Britain's biggest Roman villa uncovered on Isle of Wight

One of the largest and best-preserved Roman villas yet discovered in Britain has been unearthed by archaeologists.

Built 1,800 years ago on the Isle of Wight, the building is as vast as an Olympic swimming pool and shaped like a church.

“It would have sung out the status of the owner,” Sir Barry Cunliffe, Emeritus Professor of European Archaeology at Oxford University and head of the excavation, told The Times yesterday. “It's a very impressive building, absolutely magnificent. It could have been seen for miles around.”

The discovery comes five years after readers of The Times helped to save spectacular mosaics from another Roman villa found on the same site in Brading, having them removed from the World Monuments Fund's list of endangered sites.
The remains of yet another important building, constructed up to 150 years before the known villa, were found only days into a five-year exploration of the four-acre (1.6hectare) site.
Measuring 50ft (15m) wide and 150ft long, the villa is similar in layout to a church with a central nave and two side aisles. Massive pairs of timbers supporting the roof would have soared up to 20ft in height.

Sir Barry likened it to a medieval hall with the lord of the manor living at one end and a communal space for the estate's inhabitants at the other.

The residential part had under-floor heating and walls plastered and painted with mock marble patterns. The communal end would have been used for meetings and legal matters such as boundary disputes and payment of dues. Although the Victorians explored this part of the site in the 1880s, they dismissed the remains as a barn. Sir Barry said: “They didn't understand what they were excavating. But this was the main building for at least 150 years before the other villa was put up.”

It is comparable in scale to the Bignor Roman Villa, near Pulborough, and the hall of Fishbourne Roman Palace, near Chichester, both West Sussex. Its remains, discovered about 3ft below ground, are so well preserved that the standing structure, its masonry and many roof tiles have survived.

The symmetry and precision of the construction reveals the extraordinary skill of its builder. The tops of the pier bases are all level to within half an inch. Such is the excitement about this excavation that 30 archaeologists from America and Europe are involved.

The later Brading villa's remains had disappeared from sight until 1879, when a couple of local men stumbled across them by chance. Its exceptional mosaics are unrivalled in Britain.

There are depictions of peacocks signifying eternal life, Orpheus charming the beasts of the forest and Tritons, or sea deities, carrying reclining nymphs on their backs. It may have belonged to Allectus, who in AD293 murdered his predecessor Carausius, a Roman army commander who had proclaimed himself Emperor of Britain.

In 2003 Times readers responded to warnings that the mosaics would have to be reburied and removed from public view unless money could be raised to rehouse them. After reading that a protective corrugated-iron structure had been condemned following a flood, they contributed more than £100,000, facilitating the construction of a £3.1million award-winning building. It opened in 2005.

The new site, however, will now have to be covered up. “The remains can't be left open, as they would disintegrate in two winters,” Sir Barry said.

Kenneth Hicks, a trustee of the charitable trust that owns the villa and needs to raise £250,000 to continue the excavation, said: “There are now two villas for the price of one.”

Dalya Alberge, Arts Correspondent
http://www.timesonline.co.uk - August 19, 2008

Documentário revê o mundo do alto das torres gêmeas


Um homem caminha durante 45 minutos equilibrando-se num fio de aço estendido no alto das duas torres do World Trade Center. A desconcertante e hipnótica travessia, num incessante ir e vir, do francês Philippe Petit aconteceu no dia 7 de agosto de 1974, depois de meses de preparação e de anos de planos delirantes. Mas o documentário "Man on wire", dirigido por James Marsh, coleciona depoimentos da alucinada equipe que deu suporte ao projeto de Petit, sem mencionar uma só vez o destino trágico das torres. E talvez por isto mesmo seja impossível ver as imagens da dança maravilhosa de Petit, fugindo de um lado para o outro da polícia novaiorquina, prestes a agarrá-lo por sua ousada subversão da lei da gravidade, sem lembrar do ataque de 11 de setembro.

A poesia acrobática de Petit ganha, com o pano de fundo da história, uma irreverência política que sua ousadia não poderia supor. Uma irreverência que imprime ao gesto de Petit a marca de um Charles Chaplin. O grupo de amigos que o acompanha mais parece uma trupe pronta para entrar em cena numa comédia bufa. E no entanto tudo se passa com a precisão milimétrica de um balé acrobático, como por ironia do acaso. Quando tudo pode dar errado, seria um capricho do acaso que tudo afinal venha a dar certo? Petit é o que em francês se chamaria de "funambule", com o toque ao mesmo tempo lírico e ridículo que a palavra tem.

Construído à maneira dos filmes de aventura, o documentário de Marsh conta uma história impossível, que no entanto virou verdade. E projeta a frágil figura humana, desfilando pé ante pé num fio suspenso em escala inumana e até deitando sobre o fio, num momento de cortar a respiração, como um desafio à prepotência do acaso: o equilibrista carrega bem mais do que sua frágil figura na travessia pelo vazio entre as torres.

Visto com os olhos do futuro, numa investigação conduzida em flashback, o feito de Petit é bem mais trágico e radical do que a multidão atônita que passeava pelas ruas de Manhattam naquele dia poderia supor. "Man on wire" fala de um riso hoje impossível diante da imagem das torres, destruídas pelo terror. O belíssimo documentário de Marsh revisita um mundo que acabou. E o mundo que veio a seguir entrevê naquelas imagens bem mais do que a inocência perdida.

Marília Martins, correspondente do jornal O GLOBO em Nova York

sábado, 16 de agosto de 2008

Ave, César!


César Cielo fez história nos Jogos Olímpicos de Pequim ao conquistar a primeira medalha de ouro da natação brasileira na final dos 50m livre, na noite desta sexta-feira, no Cubo d'Água. O brasileiro, de apenas 21 anos, entrou na água determinado e liderou a prova mais veloz da natação do início ao fim. Ele ainda bateu o recorde olímpico da prova com o tempo de 21s30, ficando a apenas dois centésimos do recorde mundial (21s28), do australiano Eamon Sullivan, que terminou apenas em sexto. O francês Amaury Leveaux garantiu a prata com o tempo de 21s45, 15 centésimos atrás de Cielo. O medalhista de ouro nos 100m livre, o também francês Alain Bernard, ficou com o bronze (21s49).

Após o bronze nos 100m livre, Cielo passou a acreditar mais ainda no sonho do ouro olímpico. No entanto, ainda assim, saiu da água muito emocionado e parecendo não acreditar no feito que tinha acabado de conquistar.

- Foi sem dúvida a melhor prova da minha vida. Eu vi os meus pais antes da prova na arquibancada. Foi o melhor momento da minha vida. Foi sensacional. Se eu tivesse que voltar no tempo e mudar alguma coisa, não mudaria nada para chegar aqui - disse Cielo, sem conter as lágrimas, em entrevista ao SporTV.

Cielo, que antes da natação lutou judô e jogou vôlei, mora e treina nos Estados Unidos. Ele cursa Administração e Comércio Exterior na Universidade de Auburn, no Alabama. Um detalhe interessante é que, à pedido de Cielo, seu técnico nos EUA, o australino Brett Hawke, foi integrado à comissão técnica brasileira em Pequim.

O nadador de Santa Bárbara do Oeste, interior de São Paulo, foi superando suas marcas a cada prova. Antes de chegar a Pequim, sua melhor marca nos 50m livre era de 21s75. Já nas eliminatórias ele fez 21s47, batendo recorde olímpico. No entanto, na bateria seguinte, o francês Amaury Leveaux fez 21s46. Cielo avançou com o segundo melhor tempo. Nas semifinais, a brasileiro foi ainda mais brilhante. Ele bateu novamente o recorde olímpico com o tempo de 21s34 e, dessa vez, não foi superado por ninguém.

Pela primeira vez a natação brasileira pode ouvir o hino do país nos Jogos Olímpicos. Cielo não escondeu a emoção e chorou muito ao subir no pódio. Até mesmo seus adversários dentro d’água, os franceses Amaury Leveaux e Alain Bernard, ficaram emocionados com a reação de Cielo e abraçaram o brasileiro no pódio. Enquanto isso, o público do Cubo d’Água aplaudia de pé antes mesmo do Hino Nacional acabar de tocar. Logo depois de sair do pódio, já com a medalha no peito, ele foi recebido pelos seus companheiros da delegação brasileira, que fizeram uma festa à beira da piscina. Não faltaram fotos, beijos e abraços. Até mesmo um dos maiores ícones da natação brasileira, Gustavo Borges, foi parabenizar Cielo com um forte abraço.

O presidente Luiz Inácio Lula da Silva também foi um dos primeiros a cumprimentar o nadador. Ele ligou para o celular do presidente da Confederação de Desportos Aquáticos, Coaracy Nunes, e deu os parabéns para Cielo logo após a cerimônia de premiação.

Com o inédito ouro, a natação brasileira soma 11 medalhas olímpicas. O país tem agora um ouro, três pratas e sete bronzes. Em Atenas 2004, a natação brasileira não conquistou nenhuma medalha. A última conquista, um bronze, foi em Sydney 2000 no revezamento 4x100m livre masculino. Tetsuo Okamoto garantiu a primeira medalha olímpica brasileira com um bronze nos 1500m livre nas Olimpíadas de Helsinki, em 1953. As mulheres ainda não subiram ao pódio.

http://www.globoesporte.globo.com/

sexta-feira, 15 de agosto de 2008

A lo grande

¡Qué grande es la humildad! Se nota en el señorío, en la elegancia, el saber estar y decir. No es cosa de ricos o pobres. Es de señores. De hombres y de mujeres con una dignidad que es para descubrirse. No cuenta el dinero, ni los títulos, ni el linaje, sino en la persona y su mérito.

Aunque parezca que se dan de tortas, son compañeros inseparables. Sin la modestia, el señorío es arrogancia y ridícula apariencia de títulos que no se tienen, porque de ellos sólo pueden hacerse acreedores los humildes, los que son señores de sí mismos y servidores de los demás. Que esto es ser humilde: en mi lugar, pero Dios y los demás siempre delante. Que os tire lo humilde, procurando siempre el bien de todos y sin devolver mal por mal. Es lo que quería San Pablo.

La humildad es noble y grande de hartura. Lo quiere todo. No se contenta con menos. En cuerpo y alma. A lo grande. Así valora Dios la humildad de esta mujer, pobre y sencilla, María de Nazaret. Pero, al oír el discurso en las situaciones y actitudes que pueden hacer felices a las personas, es decir las bienaventuranzas evangélicas y cristianas, muchos se desternillan de tanto reír. A otros les parece un sarcasmo insoportable. Así que van a ser felices y dichosos los pobres, los que pasan hambre, los que tienen el corazón estrujado por el dolor, los que tienen rota el alma de soportar tanta injusticia, los que lloran y padecen persecución... Un poco de seriedad, por favor, nos dicen con reproche.

Con todo esto de la memoria histórica, han regresado, casi como capítulos ya olvidados, los sofocones que tuve que pasar en los tiempos, no lejanos, en que me ocupaba, por oficio, del tema de las celebraciones del quinto centenario del descubrimiento y evangelización de América.
Hablaba una y otra vez de los archivos de Simancas y de Indias, de documentos y hechos contrastados. No había manera. Ni interesaba el documento ni mucho menos el archivo que lo guardada. La leyenda, negra por supuesto, los dichos y las emotividades superaban cualquier intento de objetividad. Se quería demostrar más la idea a defender que lo que fuera la historia.

Este es el mejor y más vivo de los documentos que podemos exhibir como garantía de los enormes valores de la humildad: la vida de la Virgen María. Bienaventurados los humildes, los sencillos, los pobres, los que buscan la paz, los que tienen un corazón lleno de misericordia...
¿Cómo pueden ser felices los que nada tienen? Miramos a la Santísima Virgen María, enaltecida en cuerpo y alma y asunta a los cielos y, no sólo lo comprendemos, sino que su vida y sus comportamientos, con Dios y con los hombres, son ejemplo que nos conmueve y arrastra.

Así, a lo grande. Los cristianos no podemos vivir en un continuo lamento, ni considerarnos como víctimas, injustamente tratados. Queremos ser reconocidos como testigos de Jesucristo, como gente de fe, llevando las cargas y las heridas, pero con la dignidad de los hijos de Dios, de los que se fían de Dios con todas las consecuencias.

Los tiempos en que vivimos, se nos dice, no son para alegrías ni para tirar cohetes de la fiesta. Los días de crisis o de bonanza están condicionados por la bolsa (la de las cotizaciones) y el euribor. Su felicidad, querido amigo, depende de los precios del petróleo. Esta dictadura de lo económico nos tiene un tanto desconcertados y muy al borde de hipotecar (¡No miente la palabra, por favor!) gran parte de libertad de ser feliz, pues equivaldría poco menos que a pensar que la dicha está vedada a los económicamente débiles. Ni lo uno ni lo otro. Que ni todos los ricos son completamente felices, ni todos los pobres tienen forzosamente la desdicha por inseparable compañera de viaje.

La culpa no la tiene la economía ni sus altibajos, sino el centrarlo todo y sólo en el dinero que se tenga o del poco del que se puede disponer. Situar el primer puesto en la escala de la felicidad al dinero, es un señuelo muy peligroso y se puede llegar a lo que confesaba aquel buen y forrado señor: soy tan pobre, y tan triste, que solamente tengo dinero. En el otro extremo se encuentra el santo al estilo del de Asís: soy tan pobre, y tan alegre, que solamente tengo a Dios. Nos quedamos con el segundo, pero reconociendo que, aparte de la vocación a la que cada uno esté llamado, el fruto de la felicidad necesariamente estriba en sentirse bien con uno mismo, con los demás y con Dios.

Enhorabuena, porque has hecho caso a Dios. Ya verás como Él cumple lo que promete. La glorificación de María es una buena prueba de ello. ¡Qué cosa más grande! Los humildes, los primeros. Claro, los que tienen que cargar con el sufrimiento de la enfermedad y hasta el de la injusticia, pasando por tantas circunstancias adversas, que producen un estado de infelicidad. El compromiso humilde de nuestra fe es evidente. Primero, que jamás seamos los culpables de esas cruces. Más bien, promotores de la justicia, de la caridad, de la comprensión, del apoyo a toda obra buena, dispuestos a ser cirineos de los agobiados por el peso de sus cruces. Es imposible desterrarlas, pero siempre será posible hacerlas un poco más llevaderas, a base de justicia y de amor fraterno.

Se habla del acoso a la Iglesia católica, de limitación de derechos, del incumplimiento de acuerdos, de burdas agresiones a los sentimientos religiosos... Lo cual es cierto y hasta podemos sentirnos molestos los católicos. Ahora bien, lo nuestro no es un conformismo llorón de victimismo, acoso y derribo, sino la comparecencia firme y clara del testigo, del mártir, de quien confiesa su fe abierta y llanamente, sin presunción y con mucha humildad, pero con fortaleza y sin ambigüedades.

Me gusta repetir lo que Benedicto XVI nos dijo en los primeros días de su elección como Papa: los cristianos no viven en la nostalgia del pasado ni tienen miedo al futuro. No imponen su fe, pero la ofrecen, caminando por este mundo entre las dificultades que ponemos los hombres y los consuelos de Dios. Estos son nuestros días y nuestro tiempo. Hay que llenarlo de esperanza. Y además, como quería San Pedro, con bondad y respeto.

Es que la Iglesia y los cristianos no existen para claudicar ante las dificultades, sino para empeñarse en llenarlo todo de la eficacia del buen hacer de Cristo. La tentación de lo insólito, de lo maravilloso, de lo espectacular y de la eficacia del poder, siempre está al acecho, para hacer que se olviden las acciones de Dios, que se realizan en la humildad. Ni incomprendidos ni marginados, sino perseverantes en el bien y humildes en el servicio.

Fiesta grande ésta de la asunción de la Virgen María en cuerpo y alma al cielo. En la exaltación de la humildad y de la sencillez, de la esperanza y de la alegría. Que se lo digan si no a todos esos pueblos y ciudades que hoy se visten con los mejores recuerdos y vivencias de su fe cristiana. Si se trata de honrar a la Virgen María, a lo grande. Que todo parece poco, si es para enaltecer a la mujer más humilde. Y, entre todas las mujeres, la más bendecida por Dios.

Carlos Amigo Vallejo
Cardenal arzobispo de Sevilla
 
Locations of visitors to this page